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El Mallorca se desmelena por fin

El Mallorca se desmelena por fin

La última temporada que el Mallorca pasó en Primera, descendió a Segunda, por si alguien necesita averiguar el valor futbolístico de los precedentes. Y la última temporada que el club pasó en Segunda, este mismo 2019, pensaba instalarse confortablemente durante varios años en la categoría de plata. Y ascendió prodigiosamente, por si alguien desea saber el valor de los análisis.

Molango asusta más en su mutismo zen que cuando discurseaba interminablemente. Nos ha obligado a vivir meses de un Mallorca invisible, que parecía avituallarse para una categoría distinta de la Primera. Hasta que la llegada ayer de Kubo despertó efluvios de Etoo o de Fortune, de los años en que el contacto con los rojillos pasaportaba a la gloria.

El deporte se alimenta de héroes individuales, por lo que es una buena noticia que el Mallorca se desmelene por fin. Arrebata fichajes a otros rivales de la Liga, nos libera del complejo de afrontar el mayor espectáculo del mundo con una plantilla monacal. Incluso se rinde al exotismo nipón.

La incógnita es cómo encajar a jugadores de Primera en una escuadra que lucía orgullosa sus cicatrices de la Segunda B. Cabría aquí una observación tan válida como cualquier análisis de fútbol. Se ha insistido tanto en que los mallorquines afrontaban la Primera con una plantilla heredada de Segunda B, que tal vez resulta que el club confeccionó para Segunda B una plantilla de Primera.

Tras desear al belicoso Salibur que su regreso a Mallorca sea más pacífico que su anterior peripecia en la isla, el pragmatismo obliga a refugiarse en la única certeza del fútbol, los números. En la jornada del debut ante el Eibar, el club logró un seis por ciento de los 45 puntos que se requieren para la salvación. El resto es humo.

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