"Mientras nosotros jugábamos había gente que salía de la piscina si había un córner, miraba la jugada y después se volvía a meter en el agua", recordaba con cierta resignación Lago Junior minutos después de haber logrado el ascenso a Primera División. Estaba hablando del estreno del Mallorca en Segunda B en el Municipal de Peralada hace menos de dos años, primera estación de un proyecto que dos temporadas después le ha dejado en la elite.

Aquella calurosa mañana del 20 de agosto de 2017 fue todo un aviso de lo que le esperaba en la categoría de bronce del fútbol español: campos pequeños, la mayoría de césped artificial, y con poco público en las gradas. Ocho futbolistas que disputaron ante el Deportivo la ya histórica eliminatoria por subir -Reina, Sastre, Raíllo, Xisco Campos, Pedraza, Lago, Abdón y Álex López-, jugaron ese encuentro en el que los niños estaban a dos palmos de la meta en un campo en el que solo había una grada con varios centenares de espectadores. Ahora podrán defender la camiseta del Mallorca en santuarios del fútbol mundial como el Camp Nou, Santiago Bernabéu o el Wanda Metropolitano. Es el premio a dos campañas de ensueño, demasiado poco tiempo como para que no se noten los exagerados contrastres.

Como la ya famosa imagen publicada por este diario del propietario Robert Sarver haciendo cola para ir al único baño que había en Peralada, lejos del glamour que respirará sentado al lado de Florentino Pérez o Josep Maria Bartomeu, por mucho que esté acostumbrado al lujo de la NBA. Los gritos de los futbolistas cuando se pasan el balón o cuando protestan al árbitro o a los propios compañeros ya pasarán a mejor vida, porque incluso en algunos menudos campos de la Liga 123, como el del Lugo, Alcorcón o Numancia, se podían oír desde la grada sin problemas. Y todavía más en el del Atlético Saguntino, Ebro, Olot, Ontinyent o el propio Peralada en Segunda B.

Era todo un chollo para los periodistas, que evitaban la posibilidad de que hubiera secretos. Los plumillas llegaron a tener que trabajar sin mesa y sin la posibilidad de enchufar el ordenador y, mucho menos, utilizar el wifi para obtener internet. Eso ya era historia en casi todos los escenarios de Segunda, pero en la Primera División las comodidades se multiplican para todos.

Eso sí, en lo deportivo también habrá que adaptarse a los nuevos rivales. No es lo mismo medirse a los Messi, Hazard y compañía, la mayoría de ellas estrellas mundiales e internacionales, a futbolistas que tocaron su techo jugando en Segunda B.

El Mallorca ha estado dos años ganando muchos más partidos que perdiendo, mientras que ahora, sobre el papel, tiene pinta de que será lo contrario. Pero los de Vicente Moreno, que llegó a dar ruedas de prensa en salas de trofeos, como la de la Peña Deportiva de Santa Eulalia, saben dónde se meten. Es lo que han soñado durante todo este tiempo. Y, como si de un cuento se tratara, se ha hecho realidad por méritos propios. Ahora solo hace falta disfrutar, y competir, claro, en este camino entre los mejores.