Debe haber pocos futbolistas en Segunda División que deseen jugar más en Primera que Dani Rodríguez. O al menos es difícil mostrar más hambre de gloria que la que mostró anoche el gallego en Son Moix. El centrocampista cuajó una soberbia actuación, de principio a fin, que tuvo el premio del gol cuando parecía que el marcador se iba a quedar en el 1-0. Era el minuto 89 y la defensa del Albacete rechazó el balón, que llegó a la frontal y Rodríguez demostró todo su talento en apenas dos toques. El primero para controlar la pelota, y el segundo para disparar una volea justo en el lugar en el que Tomeu Nadal no podía llegar. Esa diana desató la absoluta locura en las gradas de Son Moix y, por supuesto, entre el equipo, que formó una montonera fruto de la euforia. No había para menos.

Pero Dani Rodríguez hubiera estado de sobresaliente aunque su disparo no hubiera entrado, sobre todo porque sus primeros treinta minutos fueron sublimes. Muy vertical, con descaro y sin miedo a dar pasos hacia la portería del Albacete sorteando rivales, tanto por velocidad como técnica. Incluso nada más empezar, el mallorquinismo reclamó penalti de Gorosito sobre él. Después lo intentó con un fuerte disparo desde la frontal que encontró muy bien ubicado al meta de Manacor. El centrocampista, indiscutible para Vicente Moreno, demostró tanta intensidad como concentración y quizá por eso marcó la diferencia en el duelo ante su exequipo. Pero este jugador, que se ha pasado la mayor parte de su carrera en Segunda B, huele la elite. Y sabe que jamás ha estado tan cerca de jugar en Primera División como ahora. Por eso es el momento de dar la talla. Y vaya que si la da. Todo un regalo para el Mallorca.

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