Más de una vez algún exfutbolista ha bromeado acerca de que a lo largo de su carrera profesional jamás hizo caso a lo que su entrenador le había ordenado desde la banda porque no se había enterado, entre otras cosas porque la distancia que suele haber entre uno y otro, y el ruido existente, es grande. Sería más preocupante que no estuvieran durante tres partidos Lago, Salva Sevilla o Raíllo, por decir los que más juegan, pero este castigo, excesivo a todas luces, llega en el peor momento posible. Justo cuando el Mallorca está en una situación fabulosa, con todas las opciones e ilusiones del mundo para mirar al play-off, llega este mazazo. Es cierto que el valenciano, que es la clave de todo desde el verano de 2017 en Segunda B, no marca goles, ni los evita, pero su presencia influye en los jugadores, por mucho que no lo digan abiertamente. Moreno debe gestionar durante estas semanas esta situación, aunque es evidente que la confianza en Pendín, Pastor y Maestro, sus ayudantes, es máxima. Eso sí, si el Mallorca hubiera ido ganando en el Nuevo Arcángel, seguramente ahora no se estaría echando de menos al técnico. De todo se aprende. Hasta de las injusticias.
