No hablo más de este asunto. Hoy queda zanjado para lo que resta de temporada. Cuando es que no, es que no, y además es imposible. Se acabaron las esperanzas de ver a un Mallorca lejos de la isla como el que se ve en Son Moix.
Unas veces jugará mejor y otras peor; en algunos partidos tendrá ocasiones de gol y en otros ni por asomo; habrá rivales que sean superiores o no, pero lo único cierto es que el equipo mallorquinista lejos de casa se diluye.
Y no digo que no lo intente porque sería del género tonto pensar de manera tan simple, pero es asombroso cómo este equipo pierde fuelle, ritmo, atrevimiento y todas esas virtudes que en Son Moix le convierten en un equipo fiable que encandila a la gente aunque sea a base de coraje cuando la calidad no fluye en momentos determinados.
A partir de ahora me voy a tomar los partidos de visitante con otro talante, por lo menos hasta que me hagan pensar de otra manera.
Las ocasiones de gol en el estadio Carlos Belmonte de Albacete las cuento con media mano; el gol tempranero en contra del menudo Bela ya es una rutina esta temporada; la reacción a la épica llega tarde y el noveno puesto es el peor desde que empezó la Liga en el ya lejano mes de agosto cuando la sexta plaza estaba a tiro de victoria.
