El Mallorca ha puesto el listón tan alto esta temporada que el hecho de haber perdido dos encuentros de Liga de forma consecutiva, más el de la Copa del Rey, provoca que viva su peor momento desde que ha iniciado el curso. Suena extraño que ocupando la octava posición, a solo dos puntos de los puestos de play-off de ascenso, se pueda hablar de mini crisis, aunque solo sea de resultados, pero lo cierto es que ha encadenado dos derrotas en el campeonato ante el Málaga (1-2) y Sporting (1-0), y también cayó, en el torneo del KO, ante el Valladolid (2-1).

Las palabras de Vicente Moreno en la sala de prensa de El Molinón, en las que evidenciaba un monumental enfado con sus jugadores, muestran su gran ambición. El técnico es consciente de que si su equipo mantiene el nivel de competitividad y rendimiento, por mucho que venga de Segunda B, está llamado a tutear a los 'gallitos' de la categoría en el presente curso. "Hemos hecho muy poco para ganar el partido", dijo visiblemente enfadado tras doblar la rodilla en El Molinón.

Al valenciano no le gustó el juego de sus pupilos en un escenario de postín, aunque lo cierto es que la derrota llegó por un error puntual de Joan Sastre, al dejarse robar el balón en el interior del área, para que Blackman diera los tres puntos a los asturianos. Las sensaciones que han dejado las dos derrotas seguidas son bien distintas, aunque hay algo en común, más allá del resultado.

El equipo se ha mostrado demasiado inocente arriba. Ha sido incapaz de materializar las ocasiones que genera, una circustancia que alimenta el debate acerca de si debe reforzar su ataque en el inminente mercado invernal. Eso sí, curiosamente en el resto de la Liga se está mostrando con más pegada de lo que parece, ya que es el quinto más goleador de Segunda, junto a otros equipos, con veintitrés dianas en dieciocho encuentros.

El palo ante el Málaga, sin embargo, fue distinto al del sábado. Y la muestra es el orgullo que mostró el mallorquinismo a pesar de mostrarse incapaz de darle la vuelta al marcador frente a los andaluces. Aquella espontánea ovación, inédita en Son Moix, dejó claro que los aficionados estaban contentos con el esfuerzo de sus jugadores, aunque no sumaran nada en el casillero de puntos. El equipo jugó bien, a ratos muy bien, pero murió condenado por sus propios errores, quizá por los del árbitro y, por supuesto, por el acierto de uno de los equipos grandes de Segunda.

En Gijón fue otra historia, aunque este Mallorca, incluso lejos de su nivel, compite. Pero eso no consuela a Moreno. De ahí que el hecho de no haber sumado nada de los últimos seis puntos en juego le duela. Es la primera vez que sucede. Desde que empezó la temporada siempre había conseguido puntuar cada dos partidos. Su último triunfo fue hace tres jornadas en Reus (0-2). Antes de estos dos tropiezos sumó trece puntos de veinticuatro posibles al también tumbar al Numancia (1-0), y al Córdoba (3-0) e igualar ante el Oviedo (1-1), Zaragoza (2-2), Las Palmas (2-2) y Extremadura (1-1). Además, cayó ante el Granada (1-0).

El Mallorca necesita despedir 2018 con un triunfo este viernes ante el colista Nàstic para cerrar el curso con buen sabor de boca, con treinta puntos en la clasificación, y con todas las expectativas posibles para 2019. Así los turrones sentarán todavía mejor.