Con todo el sufrimiento que se esperaba, el Mallorca solventó con una mínima victoria su compromiso con el Numancia, un rival incómodo donde los haya y que corroboró punto por punto todas sus virtudes y defectos con los que venía precidido: un gran toque de balón, pero ineficaces ante la portería rival, que les mantiene como uno de los equipos que todavía no conoce la victoria a domicilio. Un gol de Aridai a los siete minutos sentenció un partido feo para el espectador, con la única emoción de los puntos. Un gol que vale su peso en oro porque permite al Mallorca volver a la zona de play off. Es la importancia de sumar de tres en tres en una categoría tan igualada como la Segunda, en la que los empates penalizan demasiado.

LaLiga 123: Resumen del Mallorca-Numancia

LaLiga 123: Resumen del Mallorca-Numancia

Afrontaba el partido el Mallorca con la ausencia de Salva Sevilla. Su salida en la segunda parte en La Romareda, que coincidió con la caída del equipo, ha abierto durante toda la semana el debate de si el grupo de Moreno tiene salvadependencia. Ayer, independientemente del resultado, se pudo comprobar que sí. Es verdad que el Numancia es el equipo con mayor posesión de la categoría y que, por lo tanto, el protagonismo con la pelota estaba más en duda que nunca. Pero el Mallorca, por el motivo que sea, no fue el que nos tiene acostumbrados durante la temporada, un equipo incisivo, intentando tener el dominio del balón y, consecuentemente, del juego. El conjunto rojillo echó en falta a Salva Sevilla, entre otras cosas porque Dani Rodríguez, supuestamente su sustituto, ni ningún otro jugador de la plantilla, está en condiciones de asumir la responsabilidad del almeriense. Por calidad, o por falta de ella, para ser más precisos.

Las cosas no se le pudieron poner mejor al Mallorca porque a los siete minutos Aridai fue más listo que toda la defensa sumantina y se adelantó a un gran centro de Lago. La sociedad Aridai-Lago está dando mucho rédito al equipo. Es el tercer gol del canario, que se entiende a las mil maravillas con el africano, que también debe al canario muchos de sus siete goles. De alguna manera, Aridai se redimió de su error el pasado fin de semana en Zaragoza, cuando volvió a fallar, como en Oviedo, un mano a mano con el guardameta rival que hubieran supuesto los tres puntos al equipo. Fue la cara para Aridai, que vio la cruz a dos minutos del descanso cuando pidió el cambio por una rotura fibrilar que le dejará fuera de juego varias semanas. Puede ser la hora de Buenacasa, que pide a gritos más minutos, o de Valcarce, que ayer volvió a sentirse futbolista durante media hora al entrar por Stoichkov y después de muchas semanas en el banquillo o incluso en la grada.

El Mallorca empezó la segunda parte mejor de lo que acabó la primera, en la que sufrió demasiado. Con intensidad, sintiéndose dominador y llegando al área del mallorquín Juan Carlos con cierto peligro. Lo malo es que el liderazgo del partido se acabó rápido. Porque de nuevo se vio un duelo feo, tosco, con excesivo centrocampismo. Y demasiadas interrupciones. Como la del árbitro en el minuto 58, que tuvo que ser atendido en la banda por un problema muscular que afortunadamente no fue a mayores.

Diez minutos después se produjo la jugada polémica del partido cuando Yeboah cayó en el área ante Valcarce. El árbitro no quiso saber nada de lo ocurrido, una suerte para el Mallorca porque con otro colegiado la decisión podría haber sido muy diferente. Por menos se ha señalado penalti. Ya está bien así. Los minutos se sucedían y nada pasaba en las áreas, la mejor noticia para los locales, que en defensa sufrían más de la cuenta, sobre todo por la banda de Yeboah. Sastre pasó una mala matinal ante el mejor jugador del Numancia. Lateral derecho puro, el de Porreres sufre a pierna cambiada. En cualquier caso, su voluntad y entrega son encomiables.

Al final, con más trabajo a destajo que brillantez, el Mallorca sumó tres puntos que le devuelven a la zona de play off. Una victoria necesaria para seguir la estela de los equipos que le preceden en una temporada en la que el equipo parece mirar definitivamente hacia arriba.