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Opinión

No hay razones para ponerse histéricos

Una victoria en los últimos ocho encuentros de Liga es un balance que haría activar las alarmas en la mayoría de clubes de esta Segunda División. No es que el Mallorca tenga que ser una excepción, ni mucho menos, porque está siendo menos fiable que en el inicio de la competición.

¿Es este un motivo para ponerse nerviosos? Rotundamente no, al menos desde estas líneas. Y no vamos a hacer el análisis desde los resultados, que sería lo más fácil y podrían darse por buenos, como diría el olvidable Joaquín Caparrós: "La clasificación, amigo". El Mallorca es octavo, con los mismos puntos que el séptimo, -diecisiete-, a tres de la promoción de ascenso y a seis del descenso después de doce jornadas. Con esto ya bastaría para tranquilizarse porque todos, sin excepción, hubieran firmado estos guarismos en julio. Sin embargo, también es cierto que estas distancias se podrían esfumar en dos telediarios. Pero no hay motivos para ponerse histéricos porque el Mallorca da la cara. A veces se la parten, pero sabe levantarse. Hay que asumir que no es un equipo perfecto, que viene de la Segunda B y que el rival, sí el rival, algo que en esta isla a veces se olvida, también juega. Lo normal es ganar partidos, también lo es perder y, como ayer, incluso empatar.

¿Se puede criticar al equipo? Por supuesto. Y hay motivos para hacerlo. No puede ser que el Mallorca se acostumbre, y basta repasar los números, a ir a remolque en muchos de sus partidos. Encaja muchas veces primero y eso dificulta el camino. En defensa se está mostrando más blando de lo que debería y, a pesar de que no es de los equipos que menos goles lleva, ni mucho menos, sufre para materializar las numerosas ocasiones que genera. Ayer cuajó una nefasta primera parte, pero en esta Liga hay muchos más minutos mejores que peores que darán puntos. Y da la impresión de que seguirá siendo así. Hay que exigirle a este equipo, pero con este grupo los fantasmas del pasado no volverán. Y eso sí que es un alivio.

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