Los 5.835 espectadores que ayer desafiaron al frío y la lluvia para acudir a Son Moix se levantaron de sus asientos para aplaudir a rabiar cuando el colegiado gallego Pérez Pallás decretó el final de la primera parte. No era para menos. Acababan de asistir a tres minutos mágicos, los que hubo entre el cuarenta y uno y el cuarenta y cuatro que evitaron la derrota ante el Las Palmas. Los canarios se habían adelantado en el marcador sin que los bermellones se hubieran dado cuenta (0-2), pero la reacción fue de esas que bien merece una ovación. O dos. Porque como ya ha sucedido en varias ocasiones en lo que se lleva de temporada, el Mallorca se levantó cuando parecía más complicado y empezó a trabajar para tratar de enmendar sus errores. Y lo consiguió cuando ya muchos miraban el reloj para comerse el bocadillo en el descanso.

En la primera acción Lago, que ayer actuó como delantero de referencia, metió la bota como solo saben hacer los más listos de la clase, demostrando que era el único que estaba atento al fallo del portero, que no había podido blocar el tiro de Fran Gámez. Esa diana elevó la confianza de los bermellones, que sentían que estaban más cerca del empate. Pero quizá no tanto. Porque los de Moreno no quisieron bajar los brazos y mantuvieron el pie apretado en el acelerador. Salva Sevilla lanzó un saque de esquina y Stoichkov, en su primer encuentro como titular en el fútbol profesional, remató con toda la intención en el corazón del área para lograr lo que parecía imposible solo tres minutos antes.

De ahí que la excitación de Son Moix fuera enorme y, como hacía tiempo que no sucedía de esa manera, los hinchas se pusieran de pie para agradecer ese esfuerzo. Se lo merecían.