Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La afición

Un escenario, dos emociones

Jordi Cifre recupera la sonrisa un año después, tras presenciar el ascenso del Mallorca en Anduva

A la izquierda, Jordi Cifre celebra el pasado domingo el ascenso del Mallorca. En la otra imagen, desconsolado el 3 de junio de 2017.

Jordi Cifre no cabe en sí de felicidad. "Es que aún no me lo creo", reconoce con la euforia todavía en el cuerpo. Él es vicepresidente de la Penya Mallorquinista Universitària de Barcelona y este domingo, como hace un año, acompañó a su equipo, el Real Mallorca, al infierno de Anduva.

"El contraste de emociones ha sido brutal. Es cierto que se trataba del mismo escenario, pero las sensaciones han sido totalmente opuestas. Son dos días que difícilmente seré capaz de olvidar". Entre una imagen (la de abajo en el descenso a Segunda B) y la otra (este pasado domingo durante el ascenso) apenas existe un año de diferencia.

Del equipo que dirigía por aquel entonces Sergi Barjuan tan solo quedan dos jugadores, Lago Junior y Raíllo, los que sí sobreviven son las decenas de mallorquinistas que vivieron las dos caras de la moneda, aquellos aficionados que regresaron a Miranda de Ebro para cerrar el círculo de Segunda B.

"Creo que el contraste entre las dos últimas temporadas ha sido brutal. Este ascenso empezó a fraguarse desde el primer partido en Peralada. La pasión, las ganas y la humildad de estos jugadores dista mucho con lo que teníamos la pasada campaña. A lo largo de la temporada hemos acompañado al equipo en siete desplazamientos, todos los que nos tocaban cerca de Barcelona (Peralada, Lleida, Olot, Badalona, Llagostera, Cornellà y Sabadell) y estos futbolistas siempre han tenido el detalle de acercarse a la grada y agradecer nuestra presencia", reconoce melancólico Cifre.

La Penya Mallorquinista Universitària de Barcelona, cuyo presidente es Miquel Ripoll, se creó en septiempre de 2016 por cinco socios fundadores: Jordi Cifre, Miquel Ripoll, Tomeu Rayó, Pere Josep Cifre y Joan Nadal. En la actualidad cuenta con una cuarentena de socios y hasta Anduva lograron desplazarse siete de ellos. "No tuvimos suerte en el sorteo de las entradas que realizó el Mallorca y teníamos miedo de no poder entrar dentro del estadio de Anduva, pero al final nos las apañamos como pudimos para conseguir una localidad. La verdad es que habiendo tanto mallorquinista que quería acudir al encuentro fue una pena que el Mirandés no dotara al equipo de más entradas. Sabiendo además que sobraron muchas", asegura el aficionado.

Cifre no tiene ningún pudor en confesar que tanto en una ocasión como en la otra no pudo reprimir las lágrimas. "Evidentemente lloré en ambos partidos. La pasada campaña eran lágrimas de rabia, dolor, tristeza... Había gente que insultaba a los jugadores, otros tan siquiera podían pronunciar palabra, muchos miraban al vacío, fue un momento que nunca olvidaré, era la crónica de una muerte anunciada; pero las lágrimas del pasado domingo borraron todos esos momentos desagradables. Lloramos de felicidad, de alegría. Nos abrazamos, cantamos, fue todo muy emotivo. En la grada se creó un ambiente fantástico que difícilmente olvidaremos. Todos éramos como una auténtica familia", recuerda Cifre con el corazón todavía en un puño.

Si algo destaca el vicepresidente de la Penya Mallorquinista es por encima de todo la buena sintonía que hubo con la afición local, de la que siempre guardará un grato recuerdo. "No íbamos con miedo a Anduva porque guardábamos una muy buena impresión de esa hinchada. Su club intentó ensuciar la imagen, pero ellos están por encima de la entidad, ellos son el Mirandés, de ahí que el mallorquinismo sintiera realmente el cántico que se hizo al finalizar el partido", rememora mientras entona la frase: "¡El año que viene, Mallorca-Mirandés!".

Compartir el artículo

stats