"No hace falta ni decir cuál es el objetivo. Sé a lo que he venido". Fue la carta de presentación de Vicente Moreno (Masanasa, Valencia, 1974) como entrenador del Real Mallorca el 20 de junio del año pasado. Hacía quince días que el equipo había consumado, de forma traumática, su descenso a Segunda B. El consejero delegado Maheta Molango, esta vez bien asesorado, optó por un profesional atípico por su repelús al estrellato y por ser una persona normal en un mundo donde sobresalen los egos.

El técnico valenciano ha pasado siempre por ser una persona muy discreta. Le gusta pasar desapercibido. Como ex futbolista profesional, sabe mejor que nadie que el protagonismo es siempre de los jugadores. Nunca le ha dado un ataque de importancia y, como todos sus colegas, tiene asumido que al entrenador siempre se le acaba matando. Por lo que, de forma inteligente, se dedica ahora a saborear el éxito después de que tuviera que salir del Nàstic por los malos resultados. Pero en Tarragona, donde consiguió un ascenso a Segunda, se le recuerda con cariño y, por raro que parezca, las críticas por los malos resultados iban dirigidas a la directiva y no al técnico, al que no le sirvieron las piezas mínimas imprescindibles para realizar una digna temporada. Y se fue como llegó, sin ninguna crítica hacia nadie y agradeciendo la oportunidad que se le había dado. Es lo que ha hecho siempre y lo que hará en el Mallorca cuando llegue el momento. "Por encima de todo es un caballero", afirman desde su entorno.

A los que le han intentado restar méritos a lo que ha hecho el Mallorca esta temporada, líder desde la sexta jornada y ascendiendo a la primera, siempre ha respondido lo mismo: "Hacer lo que estamos haciendo es difícil en cualquier categoría". Cuando el equipo aseguró la primera plaza y se clasificó para la eliminatoria de campeones, optó por celebrarlo, aunque fuera de forma moderada, "porque lo mejor está por llegar". Vio el vaso medio lleno, y como respondiendo a los que no paran de aguar la fiesta, valoró el hecho de quedar primero. "A los jugadores les digo que saboreen el momento porque pocas veces van a tener la oportunidad de acabar campeón una temporada".

Moreno, ayudado por Daniel Pendín en las jugadas de estrategia y por Daniel Pastor en la preparación física, respeta el espacio de los jugadores y la sala de prensa. Pese a que a sus 43 años está lejos de ser un veterano de los banquillos, sale como un maestro de las preguntas comprometidas. Mide hasta la exageración sus respuestas para no caer en provocaciones y, sobre todo, no molestar a nadie. Es difícil sacarle de sus casillas. Aunque, tras empatar sin goles en Elche, y cuando se le comentó que el entrenador del conjunto ilicitano Vicente Mir había insinuado que el Mallorca era líder gracias a las ayudas arbitrales, respondió: "Que no me pronuncie nunca sobre los árbitros no quiere decir que no nos perjudiquen".

A Moreno se le ha de entender por sus decisiones. Nunca critica a un futbolista suyo en público. Si no le ha gustado la actuación de un determinado jugador, a la semana siguiente se va al banquillo o a la grada. Que se lo pregunten a Bonilla, o a Álex López, que de un partido a otro han pasado de titulares a no ir convocados. No acostumbra a dar explicaciones. Las decisiones son solo suyas, por lo tanto es él quien acierta y quien se equivoca.

Trabajador empedernido -"se pasa el día en Son Bibiloni, es el primero en llegar y el último en irse"-, dice una persona del club que está muchas horas a su lado-se ha sabido ganar a sus jugadores con halagos en momentos oportunos. "Es una suerte entrenar a estos jugadores. Cualquiera puede jugar de titular, los cambios no se notan", ha dicho más de una vez, aunque luego más de un futbolista le haya dejado en mal lugar. Ha fortalecido a la plantilla. Con más o menos minutos, todos han tenido su momento de protagonismo. Y nadie se ha atrevido a discutir sus decisiones. Nadie levanta la voz en Son Moix.

La máxima de Moreno es actuar con naturalidad, consciente de que el Mallorca, hasta no hace tanto, ha sido una entidad muy dada a estados emocionales extremos. "Le obsesiona huir del ruido, no quiere que nada perturbe su trabajo y el de sus futbolistas", afirma la misma fuente. Aunque en ocasiones, producto de la tensión, sea inevitable convertirse en protagonista. Como en el partido de ida ante el Mirandés cuando tuvo que frenar de malos modos a Aridai, ya en el banquillo, cuando se metió en la tangana que pudo costarle la expulsión. Es la vez que más se ha oído gritar a Moreno, el antihéroe por excelencia.