El Mallorca lo tiene todo para ascender. En primer lugar un resultado que cualquiera hubiera firmado antes del partido, por mucho que el gol del rival en el tramo final chafara algo la fiesta; pero, sobre todo, porque el equipo isleño demostró ser infinitamente superior al Mirandés. Un 3-0 o un 4-1 hubiera sido un resultado más justo por lo que fue el partido, pero el fútbol no entiende de justicia sino de goles.
El entrenador mallorquinista dijo en la previa del primer duelo ante los burgaleses que la mejor opción, para olvidarse de cábalas y otras monsergas, era ir a ganar los dos partidos. Demostró que fue a por el Mirandés en Son Moix; habrá que ver si ocurre lo mismo en Anduva, donde espera un rival que se cree la remontada tras el gol de Camacho que les mantiene con vida.
El ascenso del Mallorca es innegociable. Porque, con diferencia, es el club más rico de los ochenta que componen la Segunda B. Y porque no se puede permitir estar un año más fuera del fútbol profesional, lo mínimo que se le puede exigir a todo un Mallorca. Ya habrá tiempo de explicarse si se logra el ansiado ascenso, pero el modestísimo Huesca debe ser un buen espejo donde mirarse, además de la demostración palpable de que en el fútbol no todo es el dinero. Con imaginación y utilizando bien los recursos que se tengan, muchos o pocos, se puede y debe luchar por estar entre los veinte mejores del fútbol español. Pero para ello hace falta un director deportivo que conozca el mercado. Primero hay que ascender a Segunda. Lago, Salva Sevilla y compañía deben demostrar, también en Anduva, que el Mallorca es mejor equipo que el Mirandés. Y si se asciende, a celebrarlo, que ya toca.
