El gol de Camacho a quince minutos del final chafó una fiesta que estaba resultando completa para el Mallorca. El 3-1 con el que acabó el partido contra el Mirandés es una ventaja interesante pero no definitiva de cara al objetivo del ascenso directo. El equipo rojillo tendrá que sudar para defender la ventaja de dos goles, sabiendo que se hará prácticamente imprescindible marcar porque un 2-0 en Anduva enviaría al equipo a disputar otras dos eliminatorias.

El partido no pudo empezar mejor para el Mallorca. A los dos minutos Lago aprovechó un gran centro de Sastre, quien, como un extremo a la antigua usanza, la puso a los pies del costamarfileño. El disparo de este, raso, flojo pero muy colocado, se coló a la derecha de Limones, guardameta del Mirandés. Mejor escenario imposible.

El equipo entró al terreno de juego enchufado. Mucho más que un Mirandés que hasta la media hora todavía se buscaba. El equipo con mayor puntuación de los cuatro grupos de Segunda B se encontraba en un escenario desconocido: un gol en contra a las primeras de cambio y ante una afición entregada con su rival. Prácticamente en la siguiente jugada tras el gol de Lago, el Mirandés reclamó unas manos de Xisco Campos que parecieron claras. Para suerte del Mallorca, el árbitro no vio nada o no quiso ver nada.

Moreno ordenó desde el inicio una presión alta en todo el campo. Los jugadores del Mirandés se sentían ahogados. La euforia se desató en el minuto 23 cuando Raíllo marcó de cabeza el segundo. Fue en una jugada de estrategia, de esas que tanto se ensayan durante la semana con Pendín, el segundo de Moreno. Salva Sevilla botó el córner y el defensa andaluz se elevó sobre su marcador para batir a Limones. Raíllo se dirigió a Pendín para hacerle partícipe del gol. El fútbol, muchas veces tan injusto, se mostró ayer condescendiente con los dos únicos jugadores protagonistas del triste descenso de la temporada pasada. En menos de media hora, Lago y Raíllo, este último enfrentado con la afición tras el aciago día de Anduva, firmaron definitivamente las paces con quienes todavía podían dudar de ellos.

El Mallorca fundamentó su victoria en una sólida defensa -imperiales Raíllo y Xisco Campos- y en el gran partido de los que posiblemente son sus dos mejores futbolistas, Lago y Salva Sevilla. El africano cuajó una primera parte sin mácula alguna. No perdió un solo balón y todas sus decisiones fueron tomadas con criterio. Salva Sevilla, por su parte, volvió a ofrecer un doctorado de cómo jugar a fútbol, de cómo conseguir que el equipo se mueva al ritmo que él dicta.

Con 2-0 se fueron los dos equipos al descanso. La pregunta del millón era si salir a conservar la interesante ventaja o ir a por un tercero. No encajar se convertía en un objetivo vital. El Mirandés, consciente de que el resultado era pésimo para sus intereses, estiró líneas. Y en dos minutos dio dos serios avisos. Aridai, a punto de ser sustituido tras un pésimo partido, marcó el tercero de cabeza. La euforia de los casi catorce mil espectadores era total. El canario evitó el cambio por la lesión de Abdón. El resultado era el soñado por todos antes del partido.

Pero la dicha casi nunca es completa. A falta de un cuarto de hora el Mirandés logró su objetivo, marcar y mantenerse vivo en la eliminatoria. El partido estaba más vivo que en ningún otro momento. Tres minutos después de que el Mallorca encajara el gol, Bustos tuvo el cuarto. Con todo a favor, tiró el balón a las nubes para desesperación de la entregada hinchada rojilla. Y, con tangana incluida, se llegó al final. El gol del Mirandés lo deja todo por decidir, pero la diferencia sigue siendo importante para el Mallorca. El ascenso está a noventa minutos.