Qué gozada de mañana de domingo vivió el mallorquinismo ayer. Respondió el equipo y respondió la afición, pero es indudable que ese gol de Pito Camacho, a solo quince minutos del final, es como una mosca cojonera de esas que van a rondar las cabezas de todos durante toda la semana. La fiesta fue incompleta, cierto, pero sería de ingenuos pensar que esto iba a ser fácil. Y eso que en la primera parte lo pareció. El nivel de los Salva Sevilla, Lago, Joan Sastre y compañía era de categoría superior a la Segunda B, eso seguro. El Mallorca fue mejor que el Mirandés a todas luces, pero este 3-1, que lo hubiera firmado con los ojos cerrados antes de empezar, obliga a ir con el cuchillo entre los dientes a Anduva. Pablo Alfaro ya empezó a jugar el partido de vuelta en la sala de prensa de Son Moix. Seguro que el menudo estadio será una auténtica caldera, pero si los bermellones demuestran la misma personalidad que ayer, el ascenso será una realidad. Juegan once contra once y, por mucho que empujen los de fuera, esto depende de los futbolistas. Personalmente me transmite tranquilidad el trabajo de Vicente Moreno y los suyos y cuesta creer que el Mallorca no será capaz de marcar un gol allí. Es un partido para valientes y de esos que todos quieren jugar. En sus botas está la gloria.
