Nunca sabremos qué hubiera ocurrido si la pasada temporada hubiera estado aquí Vicente Moreno. Afortunadamente, el Mallorca cuenta con el valenciano en la actual y en las dos próximas para intentar empezar de cero el proyecto de los inversores norteamericanos. Después de muchos intentos, todos fallidos, el consejero delegado parece que ha dado definitivamente con la tecla. Es verdad que esto es Segunda B y que, sobre el papel, se ha puesto a disposición del técnico un equipo competitivo para pelear con garantías por el ascenso, único y prioritario objetivo de esta temporada. Pero, por encima de los resultados, que también, destaca Moreno por su naturalidad. No le conocemos todavía en la derrota -y ojalá sigamos sin saberlo-, pero en Tarragona, donde las ha visto de todos los colores, afirman que es igual: siempre humilde, cercano, tranquilo, lo que hacía falta en un Mallorca convulso desde hace demasiado tiempo. Él es el único líder del vestuario, que le sigue con los ojos cerrados porque se ha sabido ganar el respeto de los futbolistas, los que juegan y los que no. Enemigo de las estridencias, Moreno va a lo suyo: trabajo en silencio y cautela, porque sabe que esto es muy largo.
