"En Segunda B iremos a campos pequeños, de moqueta artificial, donde nos esperarán con el césped sin cortar..." Más allá de la contradictoria frase que pronunció Maheta Molango durante la rueda de prensa que ofreció tras el descenso del Mallorca a la división de bronce del fútbol español, lo cierto es que el conjunto rojillo va a tener que lidiar con una categoría en la que solo tiene dos opciones: adaptarse o morir.

Hace 36 años que el conjunto bermellón no milita por campos de Segunda B. El pasado 4 de junio, el equipo que preside Monti Galmés perdió su rango de profesionalidad y regresó al fútbol amateur junto a otros 79 equipos. Si lograr el ascenso de Segunda a Primera División resulta una quimera, regresar al fútbol profesional desde la Segunda B es casi un imposible.

La temporada que viene, dieciocho de esos 80 equipos descenderán a Tercera al término de la competición mientras que tan solo cuatro lograrán el premio del ascenso. Para conseguir esa hazaña, la LFP distribuye a los clubs inscritos en Segunda B en cuatro grupos. Cada uno de estos -el Real Mallorca estará en el tercero- disputará una primera fase clasificatoria a doble partido. Los cuatro primeros clasificados de cada uno de los grupos participarán en la segunda fase de la competición. Lograr el liderato en la primera resulta trascendental, puesto que sus opciones de ascenso rondan el 50%. Quedar segundo, tercero o cuarto te obliga a disputarte dos puestos con 13 equipos más, en tres eliminatorias a ida y vuelta, por lo que las posibilidades de éxito se reducen drásticamente.

Pero más allá del embrollado método fijado por la Liga para ascender de categoría, el Real Mallorca también deberá adaptarse cuanto antes a una serie de aspectos en los que hasta el momento gozaba de una mayor libertad. Horarios de los partidos, plantillas, presupuestos, derechos de imagen e incluso un balón -el Adidas Krasava Competition- no falto de polémica.

A falta de confirmación mediante comunicado, la Real Federación Española de Fútbol establece que todos los partidos que disputen en Segunda B los equipos insulares, se "celebrarán en domingo no más tarde de las 12 horas". Un horario que afecta tanto a los enfrentamientos del Mallorca como conjunto local como a aquellos que dispute como visitante, por lo que Son Moix siempre abrirá sus puertas en jornada dominical y al mediodía.

La disparidad de la Segunda B, en la que coinciden equipos históricos con clubs más modestos, provoca alteraciones sustanciales tanto en la capacidad como en las dimensiones de sus estadios. Así, los casi 24.000 espectadores que puede llegar a acoger Son Moix contrastan enormemente con campos como el del Municipal de Deportes de Formentera, donde no caben más de 2.500 personas. Además, muchos de estos estadios, tan siquiera contarán con césped natural, una circunstancia a la que estarán obligados a adaptarse.

Planificar la plantilla desde cero

Pero sin duda, uno de los aspectos más complicados y donde más deberá trabajar el club es en la planificación de la plantilla para la temporada que viene. Como ya adelantó este diario, Maheta Molango confirmó, tras su llegada de Arizona, el desmantelamiento casi total del equipo. Javier Recio y su equipo dispondrán del mismo periodo con el que ya contaban en Primera y Segunda para configurar el plantel, que se verá condicionado por una serie de aspectos.

El conjunto bermellón contará con un máximo de 22 fichas, seis de las cuales deberán ser como mínimo profesionales. La temporada pasada, Molango podía contar con 25 jugadores y un mínimo de 16 profesionales. Además, la plantilla podrá disponer de un máximo de 16 jugadores mayores de 23 años, por lo que la apuesta por la cantera ha de ser una de las bases del equipo. El Mallorca se nutrirá mayoritariamente de jugadores del filial por lo que cumplir este aspecto tampoco debería ser problema.

En cuanto a los futbolistas extranjeros con los que podrá contar el primer equipo, la Federación no pone ningún límite en lo que a jugadores comunitarios se refiere. En cuanto a los extracomunitarios, mientras que en Segunda División podía haber un máximo de dos, en bronce podrán jugar todos aquellos futbolistas que tengan permiso de residencia en España, por lo que no existe un límite como tal.

"Pasar de Segunda A a Segunda B es un cambio que tiene muchas implicaciones económicas y evidentemente eso acarreará que nos redimensionemos. ¿Hasta qué punto y de qué manera? Es algo que aún no nos hemos planteado", resumió Molango el pasado 6 de junio. El organigrama que hasta el momento manejaba el club sufrirá serios recortes tras bajar de categoría. Decenas de personas perderán su puesto de trabajo como ya ocurriera tras otros descensos de equipo históricos y que contaban con un esquema sobredimensiado para la categoría.