El resultado de la cumbre que mantuvieron el pasado jueves en Arizona Robert Sarver y Maheta Molango se conocerá previsiblemente entre la semana que empieza mañana o la próxima. Será en una rueda de prensa en la que el consejero delegado explicará las bases del nuevo proyecto en Segunda B y la profunda reestructuración a la que se verá obligada a llevar a cabo y que, presumiblemente, afectará al personal de la entidad.

El Mallorca deberá adaptarse a la nueva realidad que le espera, sin ingresos -la única inyección será 1.250.000 euros de ayuda al descenso- y con la obligación de pagar la deuda del convenio de acreedores. El próximo mes de noviembre el Mallorca debe abonar a los acreedores ordinarios siete millones de euros, la totalidad de lo que falta. Pero, con ser importante, esta cantidad se queda ridícula con la que ha de hacer frente a Hacienda, que asciende a 17 millones, a pagar a plazos. En este caso, lo más probable es que se produzca un pacto entre la Agencia Tributaria y el club para prorrogar la deuda a una fecha en la que ambos se pongan de acuerdo, lo que daría un cierto respiro a la sociedad de Sarver, que, en cualquier caso, se verá obligado a realizar una ampliación de capital.

Con el descenso desaparecen los ingresos por los derechos de televisión -el club ha cobrado entre cinco y seis millones desde que milita en Segunda-, y los derechos por publicidad quedarán reducidos a la mínima expresión.

El presupuesto del Mallorca de esta temporada ha rondado entre los diez y once millones de euros, una cantidad nada despreciable en Segunda que no ha servido ni para mantener la categoría. En Segunda B se reducirá a la mitad y, presumiblemente, no pasará de cinco millones. Este año, la mitad del presupuesto se ha ido en jugadores -5.150.000 euros-, una cantidad inasumible en la nueva categoría.

Habrá que ver también cómo afecta el descenso a la Fundació y la cantera, que puede quedar afectada por una reducción de presupuesto absolutamente imprescindible para militar en la Segunda B.