Ya está. El Mallorca militará la próxima temporada en Segunda División B. Literalmente, el infierno, fuera del fútbol profesional por primera vez en los últimos 36 años. Un descenso ganado a pulso. El partido de ayer en Miranda de Ebro, ante un Mirandés descendido desde la semana pasada y que únicamente se jugaba la honra, fue un reflejo de lo que ha sido toda la temporada: impotencia, falta de calidad, de ambición y concentración. De otra forma no se explica que, en un partido de tanta trascendencia, en el que se sabía que solo la victoria podía dejarles con vida, el equipo encajara el primer gol a los dos minutos. A la media hora llegaría el segundo, acabando con las escasas ilusiones de los mallorquinistas, que para más inri veían cómo los rivales directos cumplían con su obligación.

El gol de Culio a poco del descanso, que servía para acortar distancias, fue un mero espejismo porque en la segunda parte se vio más de lo mismo, la impotencia de siempre y la falta de ideas para hacer daño en la portería rival. Lekic empató al final, pero no sirvió de nada. Con el pitido del árbitro, a doce minutos para las diez de la noche, el Mallorca firmaba su descenso a Segunda B en una temporada nefasta. Los jugadores se tendieron sobre el césped y, a continuación, se dirigieron a los cuatrocientos aficionados que se dieron cita en Anduva, que les despidieron con gritos e improperios irreproducibles.

Habrá tiempo para extraer consencuencias y buscar culpables de este vergonzoso descenso. Pero al primero que hay que señalar es al propietario Robert Sarver. Desde Tejas, a miles de kilómetros de Mallorca, no se puede dirigir un club. Y peor aún, ponerlo en manos de una persona que, con el paso del tiempo, ha demostrado que el cargo de consejero delegado le viene grande, muy grande. Pero, sobre todo, los jugadores, los profesionales. Tres entrenadores han pasado por el club esta temporada, Vázquez, Olaizola y Sergi, y ninguno de ellos ha sido capaz de enderezar la situación.

El Mallorca es de Segunda B por méritos propios. Ha sumado dos puntos de los últimos seis posibles cuando necesitaba la totalidad de los puntos para llegar con vida a la última jornada. No va a poder ser. El club, para tristeza de sus miles de aficionados, ha descendido a los infiernos. Habrá que ver cuánto le cuesta abandonarlo.