"Sí se puede, sí se puede", cantaba la afición nada más acabar el partido. Aliviada, feliz o las dos cosas, pero lo que es seguro es que coreaba orgullosa por el triunfo del Mallorca ante el Almería en el mejor partido en mucho tiempo de los bermellones. Brandon marcó las diferencias con un golazo, pero el gran triunfador fue el equipo de Sergi Barjuan, que por una vez demostró oficio y dio un recital de solidaridad con el compañero. Otro gallo le hubiera cantado al Mallorca esta temporada si hubiera jugado con esta confianza y determinación, sobre todo en la primera parte.

Es cierto que los últimos minutos jugó con fuego al recular unos metros ante el empuje de los visitantes, pero ya se sabe que para que el milagro sea posible habrá que sufrir. Como ayer. La salvación está a dos puntos cuando apenas quedan tres jornadas, un panorama todavía complicado pero mejor que el de hace un mes, cuando estaba a ocho. Y a esta dinámica positiva es a lo que deben agarrarse los baleares para ganar al Numancia, que no se juega nada y al Getafe, que puede tener la tercera plaza garantizada, en Son Moix y al Mirandés, que quizá ya estará descendido, en Anduva. Puede que ni así baste, pero los isleños deben hacer lo imposible para que la permanencia sea una realidad. Lo ideal sería llegar a la última jornada dependiendo de sí mismo, pero hay que reconocer que el mayor premio que puede tener ahora mismo es seguir vivo. Con Sergi ha ganado tres de los últimos cuatro partidos, la mitad de las victorias que había conseguido en el resto del curso con Vázquez y Olaizola.

Este debe ser el camino hasta el final. No hay otro. Eso sí, queda el regusto amargo de no haber marcado otro gol que le hubiera dado ventaja en el golaverage particular, que puede acabar siendo un factor decisivo a la hora de dilucidar las plazas de descenso a Segunda B.

El encuentro era trascendental y lo bueno es que el Mallorca demostró desde el principio que era consciente de ello. En apenas ocho minutos ya había lanzado cinco saques de esquina y transmitía ganas de vencer de verdad. Lago intentó sorprender con un cabezazo que se fue alto, pero la mejor noticia era que los bermellones desprendían garra. Ganaban casi todos los duelos individuales y llegaban antes que el rival a la pelota.

Los visitantes estaban atrás, aunque con poco llegaron a dar miedo. De hecho, Quique remató con la izquierda tras ganar la espalda a la zaga y obligó a Santamaría a realizar una buena parada. Y justo después, en el minuto treinta y uno, llegó una auténtico golazo. Brandon recibió fuera del área el balón tras un sutil toque de Moutinho y marcó uno de esos tantos con los que sueña cualquier delantero. Levantó la cabeza y disparó con rosca dirigiendo la pelota justo en el único lugar en el que Casto no podía llegar. Esa diana dio tranquilidad a los bermellones, que demostraron que querían el segundo. Pero faltaba precisión en el último pase. Saúl, ayer titular por la lesión de Oriol, lo intentó con un fuerte tiro. Y justo antes del descanso, Lago protagonizó una fantástica acción que Brandon desaprovechó al querer conducir el balón antes que chutar.

En la segunda mitad el Mallorca salió con una marcha menos y el Almería espabiló. Eso sí, Lago, omnipresente, tuvo una buena oportunidad con un tiro que se marchó fuera. Los andaluces cambiaron el sistema y empezaron a jugar más directo y, con dos delanteros, algo que los rojillos supieron aguantar, pero con dificultades. Quique, que una de las pocas veces que la defensa se mostró indolente, tiró fuera ante la pasividad de tres rivales y Gaspar, que acababa de entrar, asustó con un tiro que también se marchó desviado.

A medida que se acercaba el final del partido, Sergi optó por dar por buena la mínima ventaja, olvidándose del golaverage, y, a doce minutos del final, reforzó la defensa con la entrada de Ansotegi por el goleador Brandon. Con tres centrales en el campo, curiosamente, fue cuando el Almería creó mayor peligro, sobre todo por la banda de Campabadal, que sufrió de lo lindo con las incursiones de Nano y Fidel. Precisamente un fallo de marcaje del catalán facilitó una ocasión que enmudeció el Iberostar Estadio. Pero el propio Fidel envió alto su remate para alegría de una afición que estaba de los nervios y que ovacionó a los futbolistas, con el accionista Kohlberg en el palco, tras una victoria vital. Así aún es posible.