El debut de Sergi Barjuan acabó de mala manera, con un triste empate que consolida al Mallorca en la posición de colista, un juego decepcionante y con la afición despidiendo a los jugadores al grito de "mercenarios". El presidente Monti Galmés también tuvo su ración del pastel y aguantó estoicamente en el palco, una vez acabado el partido, la ira de unos aficionados que no dan crédito a lo que ven, con el equipo último y con pie y medio en Segunda B. Es así de triste, pero así de real. El equipo no juega a nada. Ayer los jugadores dieron un paso atrás y Sergi demostró que no conoce al equipo. O, por lo menos, sus decisiones fueron más que discutibles. Pero lo que más sorprendió fue la falta de ambición de un equipo que debía salir a morir. Le quedaban seis partidos en casa, ahora cinco, y se hacía imprescindible ganarlos todos para soñar con la permanencia. Sergi planteó un partido para no perder. Brandon fue el único punta hasta la entrada de Lekic a 20 minutos del final; Sasa se ubicó de media punta, perdido todo el partido, cuando su mejor contribución es de pivote defensivo. Moutinho continuó con su pájara de cada fin de semana y Salomao hacía lo que podía.

Dos paradones de Santamaría es el mejor resumen del partido del Mallorca. El guardameta evitó males mayores, que la herida se hiciera más profunda de lo que es. Que en una final como la de ayer, el portero sea el mejor lo dice todo de lo que fue el Mallorca.

El partido fue del todo desconcertante. En una cita en la que se suponía que el Mallorca iba a salir en zafarrancho a por el Nàstic en busca de una victoria imprescindible, el equipo de Sergi afrontó el compromiso a verlas venir, a expensas siempre de un rival que no quería jugar pero al que no le quedó más remedio ante la abulia de los locales. Si por dar la pelota al contrario entiende el nuevo entrenador del Mallorca que no hay que salir a especular, que es lo que dijo en su presentación, mal vamos. El equipo se encuentra en una situación tan agónica -vicecolista tras la victoria del Mirandés- que, efectivamente, no hay tiempo para especular, sino para a ir a por los tres puntos desde el primer minuto para que el rival de turno, ayer el Nàstic, se entere de lo que le espera. Pero los catalanes vivieron un partido muy plácido. Sergi Barjuan montó una alineación decepcionante, plagada de centrocampistas y con Brandon como única referencia en ataque. Muy poca cosa para la poblada y experimentada defensa de Juan Merino.

Sobró la primera parte. Entera. Lo único reseñable fue un mano a mano de Emaná con Santamaría en el minuto 40 que el guardameta rojillo, a lo Ter Stegen, frenó al estirar los brazos como un pulpo. El resto de estos primeros 45 minutos fue un querer y no poder de los mallorquinistas, que, entre que les puede la presión y que no saben más, no dieron una a derechas.

Sergi demostró estar tan despistado como sus jugadores. Es verdad que ha tenido pocos días para conocer a los futbolistas. Pero alguien debería decirle que Sasa no es media punta sino un pivote defensivo. Juan Domínguez no sabía dónde colocarse entre las continuas instrucciones de su entrenador desde la banda, y Salomao se cansó de poner balones a la olla que encontraba a Brandon como único aspirante a rematar. Se quedó en eso, en aspirante, porque los defensas del Nàstic siempre se anticipaban, por abajo y, por supuesto, por arriba. Para jugar así, mejor alinear a Lekic, aunque solo fuera porque por lógica debían aumentar las posibilidades de que cazara alguna.

Dos ocasiones claras tuvo el Mallorca en todo el partido, muy poco bagaje por lo mucho que se jugaba. Al cuarto de hora de la segunda parte -en la primera, Reina, portero del Nàstic, fue un espectador más-, Emaná salvó bajo palos un cabezazo de Raíllo y en el 88 un testarazo de Yuste se estrelló en el larguero. Eso fue todo. Minutos antes Santamaría evitó la debacle en una estirada felina a tiro de Perone.

La situación es cada vez más dramática. Sería injusto valorar a Sergi Barjuan tras apenas 72 horas con sus nuevos jugadores, pero de momento ha hecho bueno a Olaizola, con quien al menos, en casa, proponía algo. El equipo ha retrocedido, los jugadores están superados por la presión y por su incapacidad para superar a los rivales. Ayer se esperaba mucho más, y todo indica que han tirado definitivamente la toalla.