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Análisis

El barco se hunde

El barco se hunde sin nadie que ponga remedio. En la cúpula nadie se mueve, confiando en un milagro que no se sabe cómo se producirá. El técnico, sin dar el paso de la dimisión ya que su jefe no se atreve a destituirle; y los jugadores demostrando un partido más que parece que no saben lo que se juegan, por ellos, por el club y por los numerosos empleados que trabajan en él. Olaizola pecó de conservador en su mensaje pre partido, diciendo que un empate podía ser un buen resultado. En la situación en la que se encuentra el equipo, cada vez más desesperada, se ha de salir a ganar en todos los encuentros, sin excepción. Y más ante un rival tan pobre o más que el Mallorca, plagado de bajas y con una ínfima calidad. La primera parte de los dos equipos fue deplorable, un insulto al fútbol. Los jugadores obedecían órdenes de su entrenador: el área rival, ni pisarla, no sea cosa que marquemos un gol.

Solo con el tanto encajado, el enésimo en jugada a balón parado, el equipo espabiló algo porque de perdidos al río. Salomao fue el único que lo intentó, pero no tuvo a nadie que le acompañara. Nadie está para nada. Ni Brandon, ni Lago, ni Moutinho y hasta un largo etcétera. Hace muchas jornadas que el equipo está muerto. No cree en sus posibilidades porque es incapaz de ganar a nadie. Doce puntos de 45 posibles, los números de Olaizola, acabarían con cualquier entrenador. Pero aquí parece que todos están dispuestos a morir con las botas puestas.

Quedan treinta puntos, de los que dieciocho se juegan en Palma. Ni ganando todos los de casa, que no se ganarán, es posible que no basten para conservar la categoría. Y si el papel del equipo fuera ha de ser el de ayer en Alcorcón, el barco acabará hundiéndose.

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