Ningún equipo como local ha recibido una goleada mayor que la del Mallorca ante el Tenerife en las veintisiete jornadas que se llevan de Liga. El 1-4 es el resultado más abultado que ha sufrido un anfitrión esta temporada, otro dato que evidencia el fiasco vivido el pasado sábado y que todavía colea y hace daño en la autoestima de la afición. La derrota ha afectado a los bermellones, ya no solo porque les ha devuelto a los temidos puestos de descenso a Segunda B, sino por cómo se produjo justo en el peor día posible.

Los de Olaizola, que cuajaron una buena primera mitad y que incluso llegaron a irse al descanso con ventaja merced al tanto de Juan Domínguez, fueron humillados en ventisiete minutos esperpénticos. Los que fueron del autogol de Raíllo al tanto de penalti de Aarón y que indignaron a los más de ocho mil espectadores que acudieron al Iberostar Estadio. Bajaron los brazos de forma alarmante, que ni los mismos protagonistas pudieron explicar, para sufrir un golpe de los que dejan marcas. Además, a partir de ahora tendrá el dudoso honor de ser el peor tropiezo de un equipo que jugaba en su casa de los veintidós que militan en la Segunda División.

Este desastroso marcador amargó el epílogo del Centenario e incluso provocó que se anularan los fuegos artificiales preparados para la ocasión, pero sobre todo está haciendo temblar al mallorquinismo, que hace apenas dos meses vivió un episodio similar.

El 4 de diciembre también fue vapuleado por el Valladolid en Son Moix (0-3), con goles de José Arnaiz, Álex López y Míchel en el que fue el último partido de Fernando Vázquez como entrenador del Mallorca. Los abucheos como consecuencia de la severa derrota y de la mala trayectoria de los rojillos, que siguen sin solucionarse con la llegada de Javier Olaizola, fue la sentencia para el gallego. Curiosamente, como si las debacles llegaran siempre de golpe, los tres tantos de los pucelanos también llegaron en la segunda mitad, como sucedió ante el conjunto ´chicharrero´, que por primera vez marcó cuatro goles.

Todavía restan quince jornadas de campeonato por delante, pero los baleares no se pueden permitir más derrotas como locales, sean abultadas o no, si realmente quieren tener opciones de permanencia. Ocho de ellos se jugarán en el Iberostar Estadio y siete a domicilio, tiempo más que suficiente para reaccionar. Eso sí, debe llegar ya porque, de lo contrario, la dinámica puede acabar por engullir al Mallorca.

Si el 1-4 no se ha repetido en ninguno de los partidos de este curso, el 0-3 se ha dado en cinco ocasiones más para mayor dolor de los respectivos anfitriones. El Mirandés, un rival directo de los baleares ya que también ocupa puestos de descenso, también ha doblado la rodilla ante los suyos. Fue ante el Numancia de Soria y el todopoderoso Levante, que pasaron como un ciclón por el menudo estadio de Anduva.

El Elche, por su parte, ha vividos en sus propias carnes la experiencia de vencer por 0-3, en Huesca, y ser doblegado en el Martínez Valero por el mismo resultado ante el Lugo. El Numancia, en el que milita el exmallorquinista Julio Álvarez, fue víctima de la pegada del Cádiz, que en su regreso a Segunda División está dejando claro que su aspiración es el ascenso a Primera lo antes posible.

El 1-3 es un resultado contundente, pero ya se ha dado en más ocasiones en esta Liga 1/2/3. El Córdoba, que ha pasado de estar en la parte alta de la tabla a luchar para salvarse, ha tenido que soportar dolorosas derrotas en el Nuevo Arcángel ante el Cádiz y el Getafe. De hecho, en ese mismo escenario el Mallorca conquistó su único triunfo como visitante en toda la temporada, de momento, al superar al equipo entonces dirigido por José Luis Oltra por 0-2. A ver si los isleños repiten una gesta similar y se olvidan de sonrojantes derrotas.