Faltaban segundos para que finalizara el partido y el Mallorca se apresuró a informar, vía mensaje interno de watsapp a los medios de comunicación, que se suspendían los fuegos artificiales que estaban programados como acto final del Centenario. Como si el peor enemigo hubiera diseñado un macabro epílogo de esta mágica efeméride, fueron los pitos los que sustituyeron a los propios fuegos después de una sonrojante goleada ante el Tenerife (1-4). No había nada que celebrar y sí mucho que lamentar, por lo que esos abucheos, de los pocos aficionados que quedaban de los 8.173 iniciales, se hicieron sentir. Esta es una de las tristes paradojas que le está tocando vivir a un mallorquinismo que asiste con crueldad a otra temporada para tirar a la basura.

En una semana marcada por los últimos actos de celebración del Centenario, con la emisión de la película 'Cent anys després', estrenada el jueves y un homenaje a los 'héroes de Vallejo', que en 1960 lograron el primer ascenso a la máxima categoría, la victoria frente a los canarios hubiera sido un buen parche en medio de los nervios propios de un equipo que coquetea con los puestos de descenso a Segunda B. Sin embargo, los fastos han quedado completamente deslucidos por culpa de la perenne crisis deportiva en la que está inmerso el equipo desde la temporada del descenso. De ahí a que ayer en la previa del encuentro, por mucho que el club hubiera hecho el esfuerzo de programar conciertos para animar a los seguidores, la respuesta fue escasa. Antes del partido no había ganas de bailar, y eso que los que fueron todavía no se podían ni imaginar el desenlace de la jornada. Eso sí, el minuto de silencio fue emotivo en la memoria de Paco Llabrés, presidente de la Hermandad de Alfonsinos, y Joan Quetglas, secretario de la Penya Mallorquinista de Bunyola, fallecidos hace dos semanas tras el choque ante el Rayo Vallecano.

En el descanso el club tuvo un buen detalle con la viuda de Llabrés, al entregarle una placa y un ramo de flores, así como también hizo lo mismo al depositar otro en el asiento 48 de la fila 15 de la tribuna sol baja, donde Quetglas veía los partidos de su equipo. Ahora lo harán desde el cielo, aunque al igual que los hinchas que diseñaron un tifo en la Curva 1916, a buen seguro que esperan que la dinámica cambie de una vez. "Menos mal que se acaba el Centenario", decía un mallorquinista al salir del estadio. Pues eso.