El centrocampista gallego se erigió por encima del resto durante una primera parte más que notable, y no solo por el gol que adelantó al Mallorca a los cinco minutos y que teóricamente despejaba el camino de los bermellones. Domínguez ejerció de brújula, moviendo la pelota y distribuyendo con inteligencia desde el mediocentro. Escoltado por un Sasa que le liberó de tareas defensivas, el gallego pudo soltarse para desplegar lo mejor de su repertorio futbolístico.

Todo cambió en la terrorífica segunda parte del Real Mallorca, cuando tanto Domínguez como el resto de sus compañeros fueron barridos por un Tenerife que destrozó a su adversario. No apareció ni un solo rojillo que tratara de marcar diferencias y el equipo se dirigió hacia el desastre.