Hace tiempo que las excusas se han agotado. El Mallorca jugó bien ayer, incluso a ratos muy bien, pero sin pegada arriba y con groseros errores defensivos es imposible ganar. Ni al Oviedo ni, visto lo visto, a nadie de esta categoría. Los bermellones regresan a los puestos de descenso por deméritos propios en un partido que empezó perdiendo, que llegó a empatar y que tuvo posibilidades de ponerse por delante, pero la realidad es que David Costas, otro exrojillo para más desgracia, le dio la estocada a veinte minutos del final en un duelo bajo la lluvia y jugado sobre un espantoso césped (2-1).

De las buenas sensaciones, que tanto se ha hablado esta semana, repetidas hasta la saciedad por el técnico Javier Olaizola, no se come. Esto va de ganar partidos y el Mallorca es incapaz de hacerlo, como demuestra el hecho de que solo ha vencido cinco de veinticuatro, un balance para la vergüenza y que explica qué situación están viviendo los isleños. Cerrado el mercado invernal, los que hay en la actual plantilla son los que deben solucionar la papeleta que tienen por delante. Los errores de Molango y Recio a la hora de diseñar este grupo son evidentes, pero eso ahora ya da igual. Hay que cambiar la dinámica o la Segunda B, da miedo hasta escribirlo, no está tan lejos. El Mallorca de Olaizola se está mostrando más competitivo que el de Vázquez, pero no le está bastando y en una competición tan igualada suele ganar el que menos errores comete. Y ahí, de momento, los baleares no tienen nada que hacer.

No podía empezar peor el choque para los bermellones. En un grave fallo atrás, en el que hubo falta de intensidad y de marcaje, Berjón y Susaseta fabricaron una buena jugada, Varela superó con facilidad a Juanjo y centró sin oposición para que a Toché, absolutamente solo en el interior del área, le diera tiempo para realizar una magnífica chilena para batir a Cabrero. Un gran gesto técnico del delantero, pero con la intolerable ayuda del adversario. Solo era el minuto siete, pero los baleares supieron encajar bien el golpe. De hecho, empezaron a dominar el juego, pero quedó clara su falta de pegada. Insistía, sobre todo con un activo Lago, pero le costaba un mundo dar un último pase en condiciones favorables para que sus atacantes hicieran daño a la defensa de cinco de los ovetenses. Por eso quizá la forma más factible para marcar era intentarlo a balón parado. Moutinho, que solo está para eso, lanzó una falta, Brandon la tocó como pudo y el balón quedó muerto para que Raíllo, con todo, metiera el pie para superar al calvianer Juan Carlos. Ese gol, en el minuto treinta y nueve, hizo absoluta justicia a lo que se estaba viendo sobre el césped.

El Mallorca siguió mostrando su buena cara en la reanudación y creó peligro, pero sus centros no encontraban rematador, sobre todo en una ocasión en la que Brandon se quedó con la miel en los labios. Ya en la primera parte, el de Cala d’Or lo había intentado con un disparo lejano que despejó el meta, pero no era su día. Daba la impresión de que el Mallorca tenía opciones reales de ganar, pero Hierro cambió a una defensa de cuatro, apostó por actuar con dos delanteros y eso cambió al Oviedo, que tuvo más mordiente. Linares ya avisó con un testarazo que se fue fuera por poco, pero en el minuto setenta, tras un saque de esquina, David Costas cabeceó a placer, sin el marcaje de los centrales, en el corazón del área para poner el 2-1 en el electrónico. No puede ser que los dos goles de los carbayones sean a dos metros de la portería y sin oposición.

Los bermellones, con el debutante Angeliño en el campo, lo intentaron a la desesperada, pero con más corazón que cabeza ya que quedaron muy tocados con el tanto de los locales. En los veinte minutos finales apenas un buen remate de Raíllo de cabeza, fue el último intento de evitar el desastre. Esto es muy preocupante. Hay que espabilar, pero ya. El margen se estrecha.