Es una evidencia que esta Segunda División está muy igualada y que la paciencia y la prudencia son buenas compañeras a la hora de analizarla, sobre todo cuando apenas se llevan dieciséis partidos de Liga. Pero el mallorquinismo hace ya demasiado tiempo que está soportando un viaje hacia ninguna parte. Uno está harto de oír, aunque esto también es la salsa del fútbol lo de "y si ganamos al", pongan el rival que quieran, "el Mallorca se acercaría a...". Las decepciones de casi cada semana se alimentan con expectativas de boquilla que se acaban diluyendo cuando llega la cita de turno. La realidad es que ayer se perdió una gran oportunidad ante un rival que tampoco es nada del otro mundo, como la mayoría de equipos de esta igualada categoría. Pero se echa mucho de menos más autocrítica en el vestuario porque es evidente que no acaba de llegar ese salto tan deseado, al menos en cuanto a resultados. Hay margen para escalar en la tabla, pero esta mediocridad desquicia a cualquiera.
