Un gracioso acudiría al tópico de "jugaron como nunca y perdieron como siempre" para sintetizar en una única frase lo ocurrido ayer en la matinal de Vallecas, pero no faltaría a la verdad visto lo visto. El Mallorca de Vázquez jugó ayer el partido más completo de los que lleva en este inicio de Liga, solo cuatro. Estuvo mejor que ante el Cádiz, mejor que ante el Oviedo y, por supuesto, mejor que ante el Reus, pero volvió a la isla de vacio sin ningún punto en el zurrón. El partido fue en su primera parte un recital de juego bermellón. Presión, anticipación a las acciones del rival, pero a tan brillante ecuación del Mallorca le faltó algo básico en el fútbol, la definición ante puerta. Hasta media docena de ocasiones claras -con la de Campabadal como la más clara muestra de lo que no se puede fallar- que no acabaron en el fondo de la portería de Toño, pero no por mala suerte, como algunos pueden pensar, sino por la falta de calidad de los rematadores.
Si la semana pasada ya entreveíamos que la falta de un delantero con gol puede pasarle factura al Mallorca, ahora lo visto en Vallecas acrecienta las dudas sobre el potencial realizador de este equipo, en el que Óscar Díaz, y la voluntad del bisoño Adrià Dalmau, no bastan para sacar adelante los partidos. Puede que las cosas se arreglen por sí solas, pero puede que ya haya que pensar en diciembre.
