Los amantes de la fría estadística se quedarán con el triste dato de que el Mallorca ha sumado solo uno de seis puntos posibles sobre dos rivales recién ascendidos y, en teoría, condenados a luchar por la permanencia hasta la última jornada, allá por el mes de junio del próximo año. Pero a los que siguen al Mallorca desde hace tiempo, pongamos por caso el último lustro, lo que se vio el domingo en el Ramón de Carranza es una novedad. Y de las grandes. Uno ya no se acuerda de cuándo el Mallorca se ha mostrado tan autoritario en el juego, que no en el resultado, en un partido. La estadística de la posesión, con picos del 78 por ciento a favor del grupo de Vázquez, es sorprendente porque en los últimos tiempos el equipo siempre ha rechazado la pelota, como si de un objeto sospechoso se tratara.
Es verdad que la posesión del esférico no es un dato que te garantice la victoria, y el partido del domingo es el mejor ejemplo. Pero es un interesante punto de partida, no solo para conseguir el camino más corto hacia la victoria, sino también para el espectáculo. Los sacrificados aficionados que cada quince días acuden a Son Moix se darían con un canto en los dientes si vieran al equipo jugar como lo hizo en la Tacita de Plata. Garra, ambición, toque y dominando del partido de principio a fin. Si se rematara más a portería y se ganara sería la jornada ideal. No todos los rivales serán tan endebles como el Cádiz, pero por algo se empieza. Saben jugar. Falta ganar.
