Molango recupera su discurso más categórico en la entrevista concedida ayer a este diario. Promete arrancar cualquier brote de desidia que aparezca en un vestuario falto de compromiso desde el descenso. Y se permite alguna que otra dentellada contra la etapa de Utz Claassen. Vuelve a ser aquel consejero delegado que llegó al club prometiendo tralla y que fue perdiendo resuello a medida que el Mallorca se acercaba a la tragedia.
Es loable que Molango vuelva a ser aquel ejecutivo rotundo y un punto desafiante. Explica con claridad por qué este verano el dinero no fluye como en invierno, y anuncia una sanción a Óscar Díaz y Colunga por su riña de patio de colegio. Pero se entiende menos su desdén por el fichaje de un '9'. Su idea de que los goles se repartan entre varios jugadores suena a pretexto para justificar otro revés en el mercado. Ahí puede estar la delgada línea que separa el éxito del fracaso.
