"Esto es un partido, esto es un partido", gritaba Fernando Vázquez a sus jugadores durante la realización de un ejercicio en el que exigía conducción de balón a unos, y capacidad para robárselo a otros, durante la sesión matinal. El técnico del Real Mallorca está decidido a elevar el listón en el rendimiento deportivo de sus futbolistas y, a tenor de lo que está realizando esta pretemporada, eso pasa por incidir en un estado de forma óptimo. "En mi vida había entrenado durante tanto tiempo", destacaba un jugador de la plantilla que precisamente no empezó ayer a ser profesional. Y seguro que tiene motivos para destacarlo porque el gallego programó una sesión que se alargó a las dos horas y cuarto por la mañana y poco más de dos horas por la tarde. Mucho más de lo acostumbrado en comparación a otros técnicos. Está por ver si esto se traduce en mejores resultados, pero Vázquez va a cumplir su manual a rajatabla. "Estamos haciendo mucho más que el año pasado", comenta otro integrante del vestuario, que también trabajó a las órdenes del técnico Albert Ferrer y de su ayudante Marc Huguet. "Esto es otra historia, mucho más duro", destaca sin negar que, a la larga, puede ser mejor para la plantilla. El problema de la pasada temporada, en la que llegaban agotados al tramo final del curso, debe ser historia. O al menos hay que intentarlo.

El entrenador de Castrofeito no es de los que apuesta por palizas en el bosque, con largas carreras, como en la etapa de Gregorio Manzano, ni de los que solo quiere la presencia de la pelota, como el curso anterior. En su caso busca la resistencia sobre el mismo terreno de juego. Con y sin balón. El preparado físico Jaume Moll se ha ganado la confianza de Vázquez, pero también de los jugadores. Y se nota. El de Cala Ratjada alza la voz, pero tampoco hace mucha falta. Quizá el más concentrado durante el trabajo es el propio Vázquez, que apenas conversa con sus colaboradores porque previamente cada uno ya tiene establecido lo que debe hacer. Por la mañana el Mallorca alternó ejercicios de potencia, con balones medicinales y sacos destinados a ello que proporciona el Hotel Hampshire de Sittard, con carreras en las que había que sacar a relucir la resistencia y explosividad. Pero también trabajaron el uno contra uno con el disparo a puerta o el pase de balón a un toque con una alta intensidad, casi sin pensar. "Atacamos el balón", repetía Moll. Por la tarde, algunos futbolistas se ejercitaron con chalecos GPS para medir los kilómetros recorridos durante el entrenamiento, en el que los jugadores tampoco pudieron soltar el pie del acelerador. Más carreras, pero ya siempre con la pelota y numerosos ejercicios para trabajar la defensa, a la que Vázquez le exige mucha anticipación y las líneas muy juntas, como al ataque, que le reclama decisiones rápidas. Está por ver si este esfuerzo vale la pena, pero a Holanda han venido a trabajar. Eso seguro.