Diario de Mallorca

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Mínuto 91

Un desánimo galopante

El Mallorca de la temporada del Centenario es lo que se vio ayer. La hinchada asistió decepcionada a otro triste ejercicio de su equipo, formado en su mayoría por futbolistas triviales, sin consistencia, incapaces de asumir el mando de los partidos. El desánimo es galopante. El punto de ayer, como dijo acertadamente Paco Jémez, entrenador del Rayo Vallecano, es una gran mentira para los equipos que luchan por la permanencia. Como el juego del equipo. El Mallorca de estos tiempos de penuria se ha convertido en un devora entrenadores. Tras Ferrer, el del ´I tú, puges?´ y Gálvez, ahora toca Vázquez, que parece que anda tan perdido como sus predecesores. De jugar, o al menos intentarlo, al toque con Gálvez, ahora el equipo se mueve a verlas venir, siempre a expensas de lo que haga el contrario. Así no hay manera de construir nada decente. Ante el modesto Mirandés -en Segunda todos son modestos si se comparan con el ahora multimillonario Mallorca- se vio más de lo mismo. El compromiso no lo resolvió ni Ortuño, un oasis en el desierto. Hay que estar preparados para sufrir hasta el final.

Miraba esta semana de refilón la televisión cuando aparece un tipo hablando del ya popular periscope por obra y gracia del incombustible y omnipresente Piqué. Y decía, entre otras muchas sandeces, que aprobaba este artilugio que, en su opinión, perjudica a los periodistas -los mismos que, micrófono en mano, le escuchaban- y que se evitaría así que cuenten más mentiras. Quien hablaba era Dani Alves. Lo peor es que, nadie que le escuchaba ante sus narices, le dejara con la palabra en la boca. Dijo después que se le echará de menos cuando no esté. Por lo que hace en el campo sí; no por las tonterías que dice fuera de él.

Se presenta otro Mundial de MotoGP apasionante. Pero lo que debería ser únicamente una disputa deportiva sobre los circuitos de todo el mundo, Valentino Rossi, lleno de rabia y resentimiento por lo sucedido a final de la pasada temporada, está empeñado en que la lucha por el título se convierta en una guerra sin cuartel, tanto dentro como fuera de la pista. Ya sea con Márquez, enemigo por los siglos de los siglos, o con su compañero, que no amigo, de equipo, Lorenzo, con quien ya se las ha tenido en el asfalto en los entrenamientos de Catar, y ante los micrófonos, mofándose, como un vulgar pendenciero, de que el mallorquín no tiene los huevos (sic) de fichar por Ducati. Falta mucha cordura. Si alguien no le pone freno, esto puedo acabar muy mal.

Si el espectacular accidente sufrido ayer por Fernando Alonso hubiera ocurrido hace veinte años, o menos, posiblemente el asturiano no lo hubiese podido contar. Pese al aburrimiento sin fin de la Fórmula Uno, que entre todos se la están cargando un poco más cada día, si algo positivo hay que destacar de este gran circo son las medidas de seguridad de las que están dotados los monoplazas, que hacen posible que lo que estaba destinado a convertirse en tragedia se quede en solo un susto. Sí, Alonso volvió ayer a nacer.

No caeremos en la tentación de afirmar que Nadal ha vuelto. Pero tras su participación en Indian Wells y su primer set frente a Djokovic, el de Manacor está más cerca que nunca de parecerse al que ha encandilado con su juego por todo el mundo desde hace más de una década. Hacen falta más torneos, más partidos, para comprobar que la evolución mostrada en la cita californiana no es flor de un día. Pero, con la tierra batida a la vista, aumentan las esperanzas de volver a ver a un Nadal ganador.

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