El apasionante siglo de existencia del Real Mallorca incluye algunas gestas que acabaron en lágrimas. Y en este apartado merece una mención especial la final de Birmingham. Fueron las lágrimas derramadas por los miles de mallorquinistas que aclamaron al equipo en el estadio Villa Park hasta que en el minuto 90 tuvieron que llorar otra derrota histórica. La segunda después de la encajada un año atrás en la final de la Copa del Rey contra el Barcelona en Mestalla.

También aquel 19 de mayo de 1999 el Mallorca perdió con la cabeza muy alta. Fue ante la Lazio, un poderoso rival que contaba en sus filas con jugadores de talla mundial como Vieri, Nedved, Almeyda o Mancini. Quedaba claro que el conjunto dirigido por Sven Goran Eriksson era el favorito y aunque el Mallorca de Héctor Cúper ofreció su mejor versión, no fue suficiente para traerse el trofeo de vuelta a casa.

Vieri adelantó al conjunto romano, Dani empató tres minutos después culminando una gran acción de Stankovic y Nedved hundió las esperanzas rojillas a ocho minutos del final con un chupinazo que desarmó a Carlos Roa. Fue un bofetón para unos jugadores que se habían plantado en la final después de descabalgar al Chelsea en semifinales.

Más épica para un modesto que llevaba dos temporadas asombrando en Primera División y que ahora también maravillaba en Europa. No era para menos, teniendo en cuenta que el vestuario de Son Bibiloni estaba lleno de talento. Roa, Marcelino, Engonga, Stankovic, Ibagaza, Lauren y Dani, entre otros, lideraban un Mallorca que aquella temporada se clasificó para jugar la previa de la Champions. "Hemos tenido el consuelo de haberlo entregado absolutamente todo frente a un rival que no hace falta mencionar su calidad ni sus individualidades. Pero las finales se ganan, no se juegan", declaró Cúper, que desafortunadamente sabía de lo que hablaba.

El recorrido europeo del Mallorca no se terminó en Birmingham -el siguiente curso se convirtió en el primer equipo español que ganó al Ajax en Amsterdam- aunque los rojillos no volvieron a volar tan alto en el Viejo Continente. La gloria en mayúsculas aguardaba en el Villa Park. Se rozó, y de aquella proeza quedan el recuerdo de aquel grupo y de las lágrimas que derramó el mallorquinismo.