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El debut

Menos aspavientos, mismos nervios

Vázquez gesticula menos en el banquillo que en su anterior etapa en Son Moix en un debut en el que ni llegó a sentarse

Vázquez se abraza con Acuña tras el final del partido. Manu Mielniezuk

Ese puño cerrado, más bien discreto, a la altura del pecho, era el gesto que estaba esperando hacer desde que aterrizó en la isla el pasado martes. Fernando Vázquez gesticuló mucho menos de lo que se le recordaba de su etapa de hace dieciséis años en el Mallorca, aunque con los mismos nervios de siempre en su regreso al banquillo del Iberostar Estadio. El triunfo ante el Alcorcón era lo que más buscaba, de ahí quizá su largo abrazo de alivio con el delegado Damià Amer nada más acabar el encuentro. No era para menos porque con esta victoria los bermellones ya salían del descenso.

El entrenador no se sentó, ni siquiera un segundo, durante una primera mitad que vivió de pie, aunque no siempre en el área técnica. Con las manos en el bolsillo, quizá por frío, quizá por comodidad, siguió el juego luciendo un impecable traje y corbata azul marino con camisa blanca. Los exagerados gestos tan característicos en su trayectoria en el Compostela, Betis, Celta y Deportivo, entre otros, dejaron paso a una forma mucho más tranquila, aunque solo fuera en la estética, de observar a sus pupilos. A los trece minutos, después de una gran ocasión de Pol Roigé que se marchó fuera por poco, llamó al ex del Sabadell para darle instrucciones.

Sus jugadores tampoco le daban muchos motivos para emocionarse por la igualdad en el juego con los alfareros, de ahí que incluso durante muchos minutos tuviera los brazos en jarra. Hasta que Acuña dispuso de otra buena ocasión que arrancó los aplausos del gallego. Hizo lo mismo cuando Company le robó el balón a Álvaro Rey de forma crucial cuando el amarillo se disponía a hacer daño.

Vázquez también mostró su enfado con el colegiado en numerosas ocasiones, como cuando señaló una falta de Acuña sobre Chema Rodríguez o le mostró la tarjeta amarilla a Sissoko al filo del descanso. En la segunda mitad su nivel de tensión se elevó y fueron muchas las veces en las que se quejó de que sus jugadores enviaran el balón hacia atrás. De hecho, a Moutinho le reclamó que pidiera más la pelota. Y justo cuando el portugués fue objeto de penalti apenas reaccionó. Incluso aprovechó los instantes antes del lanzamiento de Pereira para conversar con Aveldaño. Celebró el gol con el resto del banquillo, aunque sin volverse loco, pero en los últimos minutos ya no paró de moverse con una excepción. Durante la gran parada de Timon al remate de David Rodríguez, con el que ni se inmutó. Con el final, llegó el oxígeno. Y le dio la enhorabuena sobre el césped a los suyos.

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