"Conquistaré a la afición haciendo ganar mucho dinero al Mallorca", declaró Paul Davidson en una entrevista concedida a este diario el 31 de agosto de 2008. Fue una de las muchas perlas que ´El Fontanero´ fue esparciendo aquel verano en el que logró convencer a todo el mundo de que quería comprar la institución bermellona. Fueron días agitados en los que el británico se paseó por varias bodegas de la isla desgranando un proyecto deportivo imaginario que por supuesto tenía como meta jugar la Champions y prometiendo nada menos que 35 millones de euros a Vicenç Grande, la gran víctima de aquella gigantesca tomadura de pelo. "El vino es una de mis pasiones", indicó Davidson en la misma entrevista.

El británico era la tabla de salvación con la que Grande esperaba salvar al Mallorca de un naufragio económico que se veía venir de lejos. Drac, su ´holding´ inmobiliario, había declarado en junio el mayor concurso de acreedores de la historia de Balears víctima de la crisis del ladrillo. Y muchos temían que el club sufriera los daños colaterales de aquel desastre financiero. Quizás por eso el empresario mallorquín no dudó de ese británico que acudía a Son Moix vestido con bermudas, camisa hawaiana y sandalias. ´El Fontanero´ -así era conocido en su país por haber amasado supuestamente una fortuna fabricando tuberías- se metió a todo el mundo en el bolsillo. Hasta que se esfumó.

La cita era en la sucursal del Barclays en Palma. El local situado en las Avenidas ya estaba cerrado al público y allí se encontraban varios abogados, economistas, acreedores del club y el propio Grande esperando la llegada de Davidson para formalizar la compraventa de la institución. El plantón del británico dio lugar a una de las escenas más bochornosas de la historia reciente del Real Mallorca. Todo había sido una bufonada de Davidson, que evidentemente no tenía ni dinero ni proyecto para llevar las riendas de la institución bermellona.

Aquel episodio tocó de muerte la credibilidad de Grande, que ya no levantaría cabeza hasta que algo más de un año después la entidad balear pasó a manos de Mateu Alemany y la entidad declaró

el concurso de acreedores voluntario. El magnate que quería estampar el escudo del

Mallorca por toda la red de tuberías que surca el subsuelo

de la isla desapareció sin dejar rastro. Hubo más impostores

que revolotearon por Son Moix, aunque ninguno de

ellos llegó tan lejos como ´El Fontanero´.