Después de un traumático descenso y de dos espantosas temporadas en la Liga Adelante, el Mallorca del Centenario culmina su peor primer tercio de campeonato. Es el más difícil todavía en esta maldita época de los horrores que le está tocando vivir al mallorquinismo, que hace tiempo que no está para muchas bromas. Albert Ferrer ha sido el último en llegar y no tiene culpa de los desastres anteriores, pero es el máximo responsable, junto a Utz Claassen y Miquel Ángel Nadal, de que esto no funcione. Chapi es un hombre optimista por naturaleza, como reconoce en público y en privado, un aspecto que casi siempre es positivo, pero debe entender que el aficionado está cansado de oír que su equipo le genera "buenas sensaciones". Estoy convencido de que lo cree de verdad, faltaría más, incluso en muchas ocasiones es para estar de acuerdo con él, pero llega un momento en el que solo lamentarse no es suficiente. Estar nueve de las catorce jornadas en puestos de descenso, cuando el proyecto tiene el objetivo de ascender, es una realidad que invita a estar muy preocupados. Es evidente que a este Mallorca le falta un buen pasador, un hombre capaz de crear peligro y liderar el juego de ataque, y un delantero que marque las diferencias. Espero que eso se pueda solucionar en el mercado invernal, con tantos millones que están por venir, porque es algo imprescindible. De la defensa casi es mejor no tocar nada y eso, por cierto, también es mérito de Chapi. Pero falta autocrítica, ya no solo en el banquillo, sino en el vestuario. Hay que espabilar de una vez para que este proyecto tenga credibilidad. Pero hoy. Mañana ya será tarde.
