El trailer siempre precede a la película. No se ha creado aún nada mejor para atraer a los espectadores. La mayoría incluso son mejores que lo que prometen. La ficción supera a la realidad incluso sin salir de las salas de proyección. Utz Claassen hizo ayer su anuncio, digamos que al estilo de los de Freixenet cuando nos recomienda ver sus burbujeantes mensajes navideños de sus burbujitas doradas. Después ha venido a proyectar el avance de su plan a treinta días vista en primera instancia y a sesenta más hasta el preceptivo desembolso de la ampliación de capital acordada por el consejo de administración del Mallorca, otrora tan convulso y ahora tan pacífico
A partir de entonces no habrá otro club en Segunda División con un capital social de este calibre. Quizás una apuesta suicida por el ascenso y que nadie se alarme. Me explico. Tras la entrada en vigor del nuevo reparto de los derechos de televisión que prácticamente garantiza unos ingresos aproximados de cuarenta millones de euros en Primera División, se salva cualquier presupuesto con la perspectiva de un balance en números azules. Por el contrario, un año más en Segunda promete un importante incremento de las deudas, al borde del abismo económico y las consecuencias que acarrearía. En otras palabras, subir no es solamente una aspiración, sino una urgente necesidad. El problema es que esto no es solamente para el Mallorca, sino para la mitad de sus competidores habitantes del pozo de plata. Y si bien en la vida real el dinero no proporciona la felicidad absoluta, pero ayuda bastante, en el fútbol también colabora pero no es el Nirvana. Sobre todo cuando uno se ha pasado meses predicando el ejemplo del Eibar y ahora se descuelga con un sobre de tropecientos billetes de quinientos euros. A tal señor, tal honor y a tal dispendio mayor exigencia. Precisamente la que se impone el club para sobrevivir sin apuros a partir del próximo y siempre inquietante mes de junio.
