Cualquier mallorquinista hubiera firmado ayer a las 17 horas vencer a la Llagostera de penalti injusto en el minuto 90. Incluso otros, los menos, hubieran preferido una derrota para que Utz Claassen se viera obligado a despedir al técnico Albert Ferrer, una postura que el que suscribe jamás entenderá porque lo normal es que uno quiera que su equipo gane siempre. Pues ni una cosa ni la otra. Porque este Mallorca jugó bien, a ratos muy bien, justo en un momento en el que no era fácil hacerlo por la tensión acumulada hasta el momento por la situación en la tabla. A excepción de la primera media hora, los rojillos demostraron descaro y elevaron su intensidad. Falta pegada, eso es evidente, pero es mejor hacer un acto de fe para pensar que se va a solucionar. Lo que es seguro es que ocasiones se crean, a pesar de que este dibujo en el centro del campo, sobre todo para los partidos de casa, no sea nada atractivo sobre el papel. Sin embargo, este triunfo, con los errores del árbitro en contra de los catalanes incluidos, es de Chapi Ferrer. Parece que ha acertado apostando por Campabadal como extremo por delante de Company y en liberar a Javi Ros de las tareas defensivas que sí deben asumir en el pivote Yuste y Sissoko. Queda mucho por mejorar y el Mallorca sigue en descenso, pero esto es otra cosa. La afición se merece disfrutar como ayer en Son Moix.
