Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La libreta

Justicia y/o injusticia

Albert Ferrer da instrucciones, ayer en el partido.

Mi amigo y sin embargo compañero, Ricard Pla, sostiene que no hay resultados justos o injustos, sino en todo caso merecidos o inmerecidos. El ejemplo práctico de mi discrepancia es la derrota del Granada en el Bernabéu como producto de dos injusticias arbitrales o, en concreto, de un mismo asistente, de fino ojo para los visitantes y tuerto para los locales. No se confundan. En general los árbitros no favorecen conscientemente a los grandes, pero sí tendremos que admitir que sienten pánico a equivocarse en su contra por la repercusión y posterior persecución mediática que sufren. El Mallorca ayer mereció perder porque, ante un Tarragona peor que mediocre, no acertó una sola vez entre los tres palos de la portería local. ¿Mala suerte? No; falta de puntería o, si lo prefieren, desacierto.

Un entrenador de la vieja escuela, bendita sea, me decía que un futbolista es dentro del campo igual que fuera de él. Yo, de motu propio, añado que un técnico no cambia mucho de sus ruedas de prensa a su quehacer semanal. Si destila torpeza ante los informadores, transmite ineptitud e inseguridad a sus pupilos. Ferrer vio ayer penaltis y ocasiones que los demás mortales no apreciamos. En cambio su equipo renunció desde el primer minuto a la transición, transformó la baja de Brandon en un 4-4-2 carente de creatividad y tiró de medidas desesperadas con 51 minutos por delante como si se tratara de la carga de la caballería ligera. Ante la avalancha, al Nàstic le bastó jugar como en Segunda B para anotar victoria en la categoría superior.

Después de cinco jornadas no nos preocupamos demasiado por la clasificación, ni por el ténue perfil del equipo. Lo que nos causa inquietud es que tras fichar a quince jugadores y un cuerpo técnico con el Chapi, Gálvez, Alfonso, Sánchez Jara, un preparador físico y otro de porteros, la sustancia resultante parezca tan inconsistente. No, no cargaremos las tintas sobre el exlateral del Barça, cuyas dificultades son lógicas, pero tampoco podemos pasar por alto su falta de carácter en asuntos concretos que vienen sucediendo durante la pretemporada. Los resultados buenos callan bocas, pero cuando son malos la menor chispa hace saltar la espoleta.

No todo es como empieza, sino como acaba. No debería escribir ni una sola línea de baloncesto, sobre todo después de la cátedra impartida en estas páginas por Matías Vallés durante el Europeo en cuyos primeros compases nadie auguraba tamaño final. Probablemente porque embobados en la contemplación de nuestros paisanos Rudy y Llull, soslayábamos lo más obvio: Gasol. A veces. Si el mejor deportista español de la historia es el catalán o Nadal carece de importancia por mucho debate inútil que genere la cuestión. Esta semana ambos han conseguido que España, en sus respectivas especialidades, pueda estar en Río el año que viene. Centrémonos en lo trascendente.

La vida tampoco es justa o injusta y nos regala lo que, salvo excepciones que confirman la regla, nos merecemos o nos ganamos. La justicia hay que conquistarla. Mario Mola la ha perseguido con insistencia y ha logrado su segundo subtítulo mundialen una práctica tan sacrificada como el triatlón. Lo verdaderamente injusto es la muerte. Hoy lamentamos un óbito abrupto como el de Julián Ronda, por encima de cualquier otra consideración una buena persona. Siempre lo dio todo sobre el verde y jamás perdió la sonrisa cuando tuvo que ganarse la vida en otros ámbitos y superficies. Son instantes muy crueles que no admiten consuelo aunque uno se vea rodeado de la tragedia permanente que nos acecha.

Compartir el artículo

stats