Ferrer está en su papel. Sabe cuál le corresponde y, desde su llegada, lo interpreta fielmente y con pocos deslices. Si el club emite un mensaje aventurado, él lo suscribe aunque en su fuero interno no esté convencido. Quien manda, manda. Si tiene que vender que esta plantilla luchará por el ascenso no pone objeciones aunque, de puertas para adentro, luego pida refuerzos a la desesperada porque lo que hay es lo que ve. Afirma que Brandon no es imprescindible y puede que tenga razón. Nadie lo es. Pero sí hay unos jugadores más importantes que otros y el chico es uno de ellos sino, hoy por hoy, el único. De lo contrario el propio entrenador no apuraría hasta esta misma mañana para certificar que su lesión le impide estar mañana en Tarragona. En cierto modo una contradicción. La lista de convocados ofrecerá pistas sobre la figura del sustituto o si la eventual baja obliga a modificaciones más serias. Las constantes referencias a la solidez defensiva conceden credibilidad a la idea de mantener dos pivotes defensivos por delante de la línea de cuatro. La duda reside en el enganche, en el hombre que debe establecer contacto y asociarse con Bianchi para disponer de opciones de ataque y de gol que tanto se echan de menos. No apuesten por Fofo. A partir de tal descarte caben toda clase de combinaciones. Si el resultado es bueno toda idea obtendrá cum laude, de lo contrario el suspenso está garantizado.
El crédito del Chapi no es ilimitado. Eso también lo sabe. El fútbol está reñido con la paciencia y el orden de los pitos es invariable: comienza por los jugadores, se transmite al banquillo y si llega al palco ruedan más cabezas que las que ordena cortar la reina de corazones en Alicia en el País de las Maravillas. Pero para eso, si acaso, aún falta.
