Si los titulares generan dudas, imagínense los suplentes. Ayer comenté que la presencia de Leo Franco en las filas del Huesca me producía morriña. Hoy añado que, contra equipos como el Mallorca, puede jugar cinco años más.
Tevenet es aquel jugador del Sevilla que, ya convertido en entrenador, vino a Palma a aprender de Caparrós. Anoche se sentó en el banquillo visitante para ver cómo su equipo, con tantas bajas voluntarias como las de los locales, era el primero en provocar una minipañolada que, como no cambien las cosas, amenaza con adquirir otras proporciones más desagradables.
No cambio ni un ápice de mi absoluto desapego por esta competición, pero se deben extraer algunas conclusiones aunque sea a título provisional.
Por ejemplo, que Bianchi sin Brandon desaparece del mapa. Sin la velocidad del canterano o, en su defecto, alguien capaz de poner en el área un balón en condiciones, el transalpino tiene poco que rascar.
Con una zaga que te deja en evidencia minuto sí y otro también, imposible valorar el debut de David Costas. Sissoko, más prometedor, parece el cromo repetido de Yuste con quien no habría que descartar que termine formando pareja.
El equipo de Ferrer, a quien la Copa le interesa tanto como a mí, es como una sábana corta: si tapas los pies te descubres por arriba y si tiras de ella, muestras los pinreles. El caso es que fueron dos lo mismo que hubieran podido ser tres o cuatro y que, con los mismos y endémicos problemas en defensa, tampoco funciona la delantera. Lo mejor es que ya sólo nos ocupa la Liga. Y Guinea, claro.
