Pasamos de cerrar los fondos a plantear la necesidad de recuperarlos con la loable intención de aproximarlos al terreno de juego. De por medio la no tan comprensible idea de girar el escenario sin motivo aparente que compense la obra. Dos propuestas contradictorias.
Particularmente y aunque me siento en minoría, no veo tantos inconvenientes como se pretende a la hora de eliminar las pistas de atletismo. Los futbolistas y entrenadores sostienen que el aliento de los espectadores en la nuca de los suplentes y a tiro de los árbitros, se traducen en cuatro o cinco puntos más por temporada. Un argumento que se me antoja arcaico.
El Deportivo no ha obtenido mejores resultados a raíz de la reforma de Riazor; ni la Real Sociedad ha perdido fuelle dentro del magnífico recinto de Anoeta. En la bombonera de Atocha también bajó a Segunda División. Pero en fútbol valen todas las teorías y los grandes multiusos carecen de popularidad.
Distinto es el desuso de las instalaciones. El tartán de Son Moix no se ha utlilizado nunca, salvo alguna prueba reividincativa al poco de su inauguración. Tampoco nadie se ha preocupado de su mantenimiento. Se han abandonado intencionadamente a la espera de su derribo por inutilidad pura y manifiesta.
Un capítulo que Cort pasó por alto en el convenio de alquiler de larga duración establecido en su día con el club. En aquel momento se le debió exigir la protección de un complejo que, lindante con el Palau, hubiera cerrado el arco de una verdadera ciudad deportiva municipal.
Ahora ya es tarde. Los intereses iniciales y la desidia posterior han desembocado en un delta improductivo que despierta más curiosidad que interés.
