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Análisis

Entradas y salidas

Las despedidas son, por lo general, más bien tristes; mucho más que las llegadas. Hay quien se alegra cuando uno pisa la calle del adiós, por ejemplo Florentino Pérez con la salida de Iker Casillas, aunque su objetivo sigue siendo Sergio Ramos. Pero los asuntos de Madrid y del Madrid nos quedan un poco lejos.

Comparemos pues el regocijo con el que se acogió el retorno de un hijo pródigo, Pau Cendrós, y el ominoso silencio que rodea su segunda salida. Hemos pasado del regreso más esperado a la patada más deseada. Terminar la temporada de extremo derecho y sin rechistar para que le enseñen a uno la puerta. El fútbol es así, de fácil, claro. En fin, hay trenes a los que uno no se sube ni aunque pasen por segunda vez.

Cuentan mis compañeros que otro que se va es Kebé, ¿se escribe así? Vamos que un poco más y no sale del aeropuerto. Dieciséis meses sin jugar parecía mucho tiempo, visto desde fuera, pero uno a veces se obliga a ser prudente y otras le obligan. Este tipo de partidas son menos dolorosas porque no da tiempo de cogerle cariño a nadie. Y las pruebas están para eso. De ahí que tampoco haya que dar rienda suelta a la fanfarria.

Y no, no caeré en la trampa de valorar la verbena de ayer en Alemania contra no sé qué equipo. Llevo en estas páginas desde el mes de febrero del año 1998 y cada verano he repetido que los partidos de pretemporada no permiten ningun tipo de análisis y los resultados, menos.

En todo caso coincido con Miquel Àngel Nadal en que la plantilla aún precisa los refuerzos más importantes: dos centrales y un delantero. Eso sí, valores seguros, a ser posible contrastados, y sin probaturas experimentales. Luego ya se verá. En el caso de que todo salga mal, la normativa admite acudir a la reválida del mes de enero, igual que los suspendidos en junio se reivindican en septiembre.

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