Héctor Yuste es lo que ´in illo tempore´ se conocía como un jugador de club. Se aplicaba el término a futbolistas de contrastada regularidad, no virtuosos técnicamente, pero con capacidad de sacrificio y espíritu colectivo. Por ejemplo, Joan Forteza, el capitán que los mandó. El exgranadino regresa sin que haya logrado jugar en Primera División con el Granada y avalado, en todo caso, por sus campañas en el Racing y el Hércules, donde se alineó en casi todos los partidos, pese a que tuvo que vivir la amargura del descenso en ambos casos.
Su media temporada aquí, a las órdenes de Miquel Soler, transcurrió entre altibajos siempre en sintonía con la mediocridad de sus compañeros. Tal vez ahora los tenga mejores, aunque no sea el hombre llamado a canalizar el juego y las ideas del conjunto. Ahí hace falta aún otro tipo de pelotero que, es de suponer, forma parte de los cuatro o cinco fichajes que restan para alcanzar la cifra de los diez que Miguel Ángel Nadal estimó necesaria en su momento.
Por cierto y anticipándome a los acontecimientos, nunca he creído que el de Manacor terminará en el Barça acompañando a Bakero en la candidatura de Toni Freixa. Más que nada porque la presidencia blaugrana es una guerra a dos bandas, Bertomeu vs Laporta, en la que cualquier tercero no tiene ninguna posibilidad.
La jornada de ayer terminó con la presentación de Iván Campo como embajador del club. Desde fuera no se entiende muy bien lo que es eso, aunque el desembarco del veterano en el club era una simple cuestión de tiempo. Tal vez no sea un nombramiento de tanta relevancia como para justificar una rueda de prensa, sobre todo porque el club ya había desvelado sus intenciones al respecto.
Nada que decir, ni bueno ni malo. Cada cual tiene derecho a elegir a sus asesores de más confianza y Utz Claassen tendrá sus motivos para haber tomado esta decisión. Como icono, es dicutible. En calidad de consejero áulico, resulta perfecto.
