"Jovan Stankovic, la, la, la, la...", entonaban ayer con nostalgia, aunque tímidamente, algunos mallorquinistas que se desplazaron hasta el Lluís Sitjar para despedirse. No se oía ese cántico entre sus cimientos desde 1998, justo en la última temporada de los rojillos en el estadio que en unas semanas se convertirá en escombros. La fuerte lluvia que caía a las diez de la mañana, hora en la que la Federació de Penyes había citado a la afición a través de las redes sociales, provocó que apenas fueran una decena de hinchas los que acudieran a dar el último adiós a un emblema del Real Mallorca. "He venido a despedirme", decía visiblemente emocionado el abonado Jorge Sánchez. Es que era difícil no estarlo después de ver el estado en el que se encuentra un recinto que ha albergado grandes jornadas de gloria, ya fuera en Tercera contra el Poblense, en Primera División frente al Real Madrid e incluso en Europa contra el Chelsea.

Asientos arrancados, paredes semi-derruidas, vegetación de más de un metro de alto, mucha suciedad, muebles, toneladas de chatarra, pintadas y un sinfín de elementos que avergonzarían a cualquier aficionado que ame los colores rojo y negro. Pero es la realidad de un campo que va a pasar a mejor vida tras la decisión del Ajuntament de Palma. "Estuve viendo unas imágenes con mis hijos, a los que traje cuando eran pequeños, y me duele mucho. Espero que al menos sepan aprovechar el espacio y respeten la puerta del fondo sur", resalta Sánchez.

Cada bermellón tiene una historia particular con el Sitjar, plagada de sentimientos personales, ligada a una experiencia que ya será irrepetible. "Me acuerdo perfectamente del día que se cayó el muro contra el Valladolid -en 1984- y otro partido en el que se rompió una portería -ante el Lleida- y tuvimos que cerrar una calle para ir a buscarla al Miquel Nadal", rememora Miquel Mesquida 'Barralet', expresidente de la Federació de Penyes, que no quiso faltar la cita.

"Recuerdo el partido contra el Hércules en 1996, cuando luchábamos por subir, y ganamos por dos a cero en un día que llovía tanto como hoy -por ayer para el lector-. O el último gol de Stankovic o el partido contra el Chelsea", señala Sáchez, que portaba una camiseta del Mallorca bajo su chubasquero.

Los seguidores rojillos pudieron acceder hasta la tribuna cubierta, absolutamente destrozada, y hacerse una fotografía para el recuerdo. "Lo he visto muy degradado, me da mucha pena", apunta Mesquida con un cierto tono de indignación. "Hemos estado aquí muchos años, Son Moix no es nuestra casa", añade con tristeza. Sánchez coincide con 'Barralet' y critica el actual Iberostar Estadio. "Aquí se vivía el fútbol, no en esto que tenemos que es un desierto", subraya.

El Mallorca ya jamás podrá volver a jugar en esta instalación, a pesar de que el actual Consejo del club ilusionó con una reforma que se quedó en papel mojado. "Nos vamos por la mala gestión de los dirigentes del Mallorca, es una gran pena. Entiendo que el Ajuntament tire el Sitjar, pero podríamos tener un campo aquí para 20.000 personas y nos hemos ido a un estadio que está vacío", incide Mesquida, que va más allá en su reflexión: "Podrían haber venido los cuatro consejeros del Mallorca aquí a llevarse una piedra o un recuerdo, pero Claassen y Cerdà no saben ni dónde está. Querían hacer un negocio redondo y les ha salido mal".

El discurso de Sánchez mantiene la crítica hacia los actuales dirigentes. "Soy anti-Serra, pero todos son unos impresentables, esta gente no quiere al Mallorca. ¿Por qué no se van?", afirma herido sobre lo que queda de un Lluís Sitjar que jamás volverá a pisar.

Mensajes de despedida al Lluís Sitjar

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