Se acabó. Esta mañana empieza la cuenta atrás para la demolición total del mítico estadio Lluís Sitjar, el recinto donde tantas y tantas generaciones han pasado las tardes de los domingos presenciando a los futbolistas del Mallorca, buenos, malos y regulares, que de todo ha habido en casi setenta años de historia.

Hoy se muere un pedazo muy grande de la historia del Mallorca y de muchos de los que han sido testigos presenciales del equipo en un estadio calificado de muchas maneras: viejo, impropio de un equipo de Primera, pero fundamentalmente un campo de fútbol con todas las de la ley. A diferencia de Son Moix, cuya pista de atletismo enfría la comunión que debe existir siempre entre los jugadores y la afición, en el ya añorado Lluís Sitjar la historia era muy diferente. El tópico del jugador número 12 era aplicable en toda su extensión en el estadio ubicado en la plaza Barcelona. Los rivales se enfrentaban al Mallorca y al público, que presionaba como en pocos campos.

Setenta años de historia, 53 de ellos a pleno rendimiento, dan para mucho. Para momentos buenos y no tantos desde que el estadio se inauguró el 22 de septiembre de 1945, convirtiendo en historia el estadio de Bons Aires.

Ha llovido desde el primer partido oficial, un día después de la inauguración. El Mallorca se impuso 3-0 al Jerez. La alineación merece la pena recordarse porque es para la historia: Ramallets; Tamayo, Mezquda, Grech, Mateu, Castro, Pocoví, García Díaz, Sanz, Montalvo y Primo.

Quince años después el Mallorca ascendería por primera vez en su historia a la máxima categoría. El 13 de septiembre de 1960, el pollencí Joan Forteza marcaba el primer gol en la historia del Lluís Sitjar en Primera División. Fue en el minuto 13 de la segunda jornada de Liga. El rival era el Racing, y Forteza, persona con una memoria envidiable, logró el gol de cabeza. "Un récord", recuerda, "que nunca me podrán quitar", afirma orgulloso el actual presidente de la Asociación de Veteranos y que militó una década en el Mallorca.

Por esas fechas se procedió a la inauguración de la luz artificial del estadio. El club pensó que la ocasión merecía celebrarse a lo grande. Se jugó un Mallorca-Newcastle y en el conjunto rojillo se alineó el que para muchos ha sido el mejor futbolista de la historia, Alfredo di Stéfano. El recientemente fallecido presidente de honor del Real Madrid se prestó a colaborar en esta efeméride y aquella jornada de agosto de 1960 se recuerda como el día en que D Stéfano jugó vestido con la camiseta del Mallorca.

No todo han sido alegrías en estos 53 años de historia de fútbol. Pasaban los años y el estadio se iba haciendo viejo. Las remodelaciones y mejoras se hacían a cuentagotas y pasó lo que tenía que pasar. El 18 de marzo de 1984, en un partido ante el Real Valladolid, y tras marcar el irlandés Armstrong el primer gol al argentino Fenoy, los aficionados ubicados en la general sur se lastimaron tras ceder el foso de protección y una cincuentena de personas se fueron abajo en unas imágenes que dieron la vuelta al mundo. El saldo fue de cuarenta heridos que tuvieron que ser hospitalizados.

Cinco años después, y tras la decepción que supuso no ascender a Primera en la promoción de ascenso ante el Oviedo, el Mallorca recuperaría la máxima categoría en la promoción ante el Espanyol. En el partido de ida disputado en el desaparecido Sarrià, los 'periquitos' se impusieron por la mínima con un gol de Golobart. Todo estaba preparado para que se le diera la vuelta al resultado en un Lluís Sitjar hasta los topes. Miquel Angel Nadal y Vidal, dos mallorquines, firmaron la remontada y el ascenso era un hecho en una jornada que ha pasado a la mejor historia del estadio.

Los últimos años de vida activa del Lluís Sitjar son de los más recordados por los aficionados. En la última etapa, a finales de la década de los noventa, con Cúper en el banquillo, se vivieron momentos inolvidables, con la final de Copa perdida ante el Barcelona en Mestalla y la final de la Recopa, en la que también se cayó ante el Lazio en Birmingham. Pero la semifinal ante el Chelsea sigue en la retina de los aficionados, que supuso el pasaporte a la final de unos jugadores que fueron empujados por una afición entusiasta. En mayo de 1998 Stankovic, con un golazo de falta, ponía el cierre a medio siglo de fútbol en es Fortí.