Los dos proyectos estrella de Biel Cerdà han acabado en un sonado fracaso. El club retiró ayer el 'chiquipark' que ha decorado el tartán próximo al fondo norte los últimos diez meses. Tiempo en el que sus flamantes videomarcadores acumulan polvo en un sótano de Son Moix.

Lo grave del caso es que las dos obsesiones del presidente han costado al Real Mallorca la friolera de 400.000 euros: 150.000 del 'chiquipark' y 125.000 por cada uno de los dos videomarcadores. Cerdà creyó que ambas iniciativas servirían para generar ingresos, pero la realidad le ha desmentido.

El parque infantil tuvo que ser retirado porque se estaba deteriorando. El presidente lo compró pensando en alquilarlo como espacio de juegos para niños, pero nunca sonó el teléfono. Como mucho lo utilizaban los recogepelotas que durante el descanso de los partidos le daban al balón en alguno de los campos de futbito instalados en el tartán.

El paso del tiempo, la falta de uso, un progresivo deterioro y las quejas de algunos anunciantes que criticaban que por culpa de la instalación no se veían sus paneles han obligado a desmontar el carísimo parque infantil, que dormirá por tiempo indefinido en algún almacén de Son Moix.

Por ahí andan también los dos videomarcadores de última generación que el espléndido presidente pagó a costa del club. Iban a atraer a nuevos anunciantes, supuestamente molestos por las interferencias en los viejos marcadores que impedían promocionar sus productos con la necesaria nitidez.

Un estudio de ingeniería

Pero la cosa también ha acabado en ruina. La instalación requería de un estudio de ingeniería que certificara que Son Moix podía soportar los nuevos aparatos sin peligro de derrumbe. Y diez meses después de comprar los dos videomarcadores nadie conoce el resultado de dicho estudio, si es que ha llegado a realizarse.

El absurdo gasto de 400.000 euros resulta especialmente sangrante en un club que poco después despidió a jardineros y se quedó sin un euro para el mantenimiento de Son Bibiloni. El deterioro de los campos de entrenamiento es tal que el Mallorca B ha tenido que emigrar a Son Moix. Mientras, los valiosos juguetes de Cerdà esperan mejores tiempos en un sótano.