Toda vez que Karpin fue inducido por enésima vez a ratificar lo que el acta del 6 de octubre del consejo de aniquilación del Mallorca probaba, observemos la inutilidad del debate. Que los consejeros del club mienten ya lo sabíamos y otorgar medallas a Miquel Àngel Nadal por haber logrado la continuidad del entrenador, en el mejor y menos creíble de los supuestos, exige conceder el mismo mérito a Dudu Aouate por el acierto de ficharle.

Sentada la mayor y cediendo a la tentación de tirar de experiencia personal, son cuarenta y dos técnicos, si no me falla la memoria, los que he visto desfilar por los banquillos del Lluís Sitjar y Son Moix. No elaboraré un ránking subjetivo de calidad o conocimientos, si bien he repasado la lista en busca de los más sinceros, virtud poco frecuente y hoy día minusvalorada en todos los órdenes, esferas y escenarios.

Me conquistó la franqueza abierta de Luis Aragonés, la sosegada calma de Forneris, la claridad de Héctor Cúper y la valentía de Antonio Oviedo o Serra Ferrer que, en ambos casos, pagaron con sendos ceses.

Es pronto para valorar el trabajo del actual técnico del primer equipo, pero ya forma parte de los que no se pierden en circunloquios, miran a la cara y son verdaderos. Quizás por ello y según cuentan, se ha ganado el respeto de sus pupilos.

Vale la pena comentarlo porque en el mundo del fútbol, como en la vida misma, cuesta mucho encontrar profesionales o personas en general de las que uno se pueda fiar. Lo cotidiano es escuchar, ver y leer interpretaciones dirigidas en función de lo que cada cual quiere que los demás perciban o responden a la imagen que uno se quiere labrar y que, casi nunca, por desgracia, se corresponde con la real.