Los dirigentes, por supuesto. Porque los futbolistas reciben cada dos domingos el reconocimiento de una afición que siempre ha tenido claro que lo único que cuenta en el fútbol son los futbolistas. Son ellos los que están sacando las castañas del fuego, los que hacen posible que el club siga a flote pese a la incompetencia de sus dirigentes. Los hombres de Karpin, de Olaizola, de Gálvez, dejan en evidencia en el terreno de juego a unos consejeros que por una cosa u otra no se van ni a la de tres. Claassen, que no parará hasta verse como máximo accionista pese a que la afición ya le ha dejado claro que no le quiere ver ni en pintura, ya ha dicho que no venderá a Ghirelli, el penúltimo fantasma que ha aterrizado por Son Moix.

Los hombres de Karpin han encadenado cinco triunfos a pesar de sus dirigentes. Que no saque pecho el alemán, el urdidor de la destitución frustrada del ruso, que sigue en el banquillo -que a nadie se le olvide- porque no hubo forma de pagarle.