Los futbolistas tienen fama de peseteros y alguno habrá que lo sea, pero no habita en el vestuario del Mallorca. Los hombres que prepara Karpin, otro profesional ejemplar, hacen gala de una condición humana extraordinaria y una vergüenza torera que para sí quisieran sus patronos que, demostrado está, no la conocen. Este grupo, que suple sus limitaciones técnicas con una entrega fuera de toda duda, merece otros dirigentes y otro trato, por supuesto como la mayor parte de los trabajadores del club que sufren las consecuencias de los actos impunes de un consejo de ´aniquilación´ cuya responsabilidad ha de ser compartida por quienes, desde posiciones más cómodas que las del vestuario, contribuyen a la prolongación del esperpento.

El palco presidencial no debe acoger a ninguno de los accionistas ni fuera, ni dentro de casa. Soy de los que opinan que, igual que es mejor estar solo que mal acompañado, ninguno de quienes han convertido en innoble la planta de oficinas de Son Moix tienen derecho a sentarse en las localidades más representativas. Bastante ridículo se ha hecho ante el resto de la España futbolística, para que el público se vea obligado a soslayar momentáneamente su apoyo a los jugadores para abuchear a los sujetos que han puesto en grave peligro su futuro como entidad. Un porvenir que, a día de hoy, sólo defienden sus jugadores con la casta y el orgullo que ayer pusieron a contribución de la quinta victoria consecutiva que les aleja del descenso y les aproxima, ¡quién lo hubiera dicho! al play off.

La visita al Sadinero no era fácil. Los bermellones cuajaron una primera parte de perfil desconocido. Quisieron el balón, lo movieron con sentido común y, alrededor de Marco Asensio, tejieron un juego inesperado. Sin un solo susto para Cabrero, debieron irse al descanso con algún gol más que el que la joven perla le regaló a Scepovic. Luego tocó sufrir quizás más de la cuenta. Pero en Segunda también es importante mantener el tipo y el oficio cuando el contrario empieza a repartir cera y hasta la meteorología se pone en contra. Puede que faltara un poco más de aplomo en determinadas acciones propicias para resolver el compromiso sin tanto riesgo. A pesar de todo, las conclusiones son más positivas que negativas, si bien cualquier análisis siempre resultará más provechoso desde la autocrítica que en alas de la complacencia.

Fútbol es fútbol. Parte de su grandeza reside en ese factor sorprendente que tuerce la lógica. A ello se atuvo el Atlético Baleares para reaccionar donde parecía más complicado hacerlo, en el feudo del líder. No le ha servido para abandonar la cola de la clasificación, pero sí para infundir ánimo y esperanza donde empezaba a reinar la inquietud. La nueva victoria del Mallorca B que, con diecinueve goles en contra, presenta una tarjeta envidiable que avala el trabajo de Olaizola. Con los mismos puntos que otro filial, el Espanyol B, integra el cuarteto que jugaría el play off del ascenso. Otro motivo de vergüenza para los inquilinos de los despachos y de satisfacción para los curritos. ¡Lárguense ya y dejen el club a verdaderos mallorquinistas!

Toca una de motos y no me refiero a las que vino a vender el tal Ghirelli. Yo no le compro ni una. Todas son iguales. Sólo cambia la cara del fantasma de turno. Y, francamente, con los que hay tenemos suficiente. Pero, en efecto, todo lo que empieza mal acaba mal, lo cual debe rondar la cabeza de Lorenzo. Aceptada la clara superioridad de Márquez, un tercer puesto en el Mundial no está al alcance de cualquiera, aunque es más digno de admiración el subtítulo de Rossi. El mallorquín no lo ha hecho mal, pero pudo hacerlo mejor.