Para entender la bipolaridad del Mallorca hay que haber visto todos sus partidos. De lo contrario es difícil explicar cómo el equipo más goleador de la Liga Adelante, con diecisiete dianas -empatado con el Barça B-, es también el que más encaja, con la friolera de veinte tantos. Una auténtica barbaridad, tanto en lo bueno como en lo malo, que desgraciadamente apenas se traducen en ocho puntos, un balance por debajo de las expectativas que, al menos, le mantiene fuera del descenso. Pero mejor ir por partes.

La pegada de los rojillos es indiscutible, por mucho que en verano se dispararan todas las alarmas por la falta de delanteros. Visto lo visto, no era un asunto tan importante, aunque curiosamente se critique la capacidad de creación del equipo. Es cierto que ocho de ellos se han marcado en dos choques, repartidos en la dolorosa derrota en Pamplona ante Osasuna (6-4) y en el holgado triunfo en Palamós frente al Llagostera (1-4). Es decir, de estos diecisiete tantos, diez se han conseguido lejos del Iberostar Estadio, aunque de los cinco choques que había disputado se había quedado con las manos vacías hasta visitar la Costa Brava. Ni el tanto en Valladolid (2-1) o Leganés (3-1) sirvió para algo. Solo en el duelo en Zaragoza (2-0) los bermellones se han quedado sin marcar en lo que se lleva de campeonato, un dato significativo acerca de la pólvora de esta plantilla. Además, el Mallorca está demostrando que no es un equipo egoísta a la hora de repartir los goles porque hasta once futbolistas pueden presumir de haber celebrado un tanto. Scepovic y Marco ya llevan tres, mientras que Abdón y Kasim ya han anotado dos, pero esta lista se completa con Joao, Martí, Cendrós, Markovic, Arana, Fofo y Agus, todos ellos con una diana.

Marcar diecisiete tantos en nueve encuentros se traduce en una media de casi dos por partido, unos números que deberían acercarle a sumar muchos más puntos de los que tiene. Sin embargo, la explicación de que no sea así es muy sencilla: la defensa ha sido un auténtico coladero. Por mucho que en los dos últimos encuentros la mejoría haya sido notable -solo ha recibido un tanto-, el Mallorca ha encajado veinte, una cifra escandalosa que saca los colores a cualquiera. En este caso la media sí arroja más de dos goles por choque, aunque la verdad es que en el fatídico encuentro en El Sadar el meta Miño, curiosamente en el único partido que ha jugado, tuvo que recoger hasta seis veces el balón del fondo de su meta. Y lo más sangrante es que cinco de ellos fueron en apenas veintiocho minutos. Eso es el paradigma de lo que ha vivido el grupo de Karpin, que no ha sabido controlar, al menos de momento, los errores individuales o colectivos de sus pupilos. De hecho, el Mallorca solo ha dejado la portería a cero en el encuentro ante el Alavés de hace dos jornadas.

El técnico ruso lo ha probado todo para encontrar la solución y, aunque es pronto para saberlo, parece que con la pareja Kasim, subido del filial, y Bigas, que se ha recuperado de una lesión, ha dado con la tecla. Cendrós en el lateral derecho es un fijo y en el zurdo, a pesar de los errores de Gulan, parece que confía más en él que en Saborit o Company, que también actuó en ese puesto. Es evidente que los problemas de la zaga no solo son culpa de los cuatro de atrás más el portero, sobra decirlo, porque el Mallorca se ha mostrado demasiado blando en su sistema defensivo en numerosas ocasiones. No le queda otra a los baleares que mantener su acierto ofensivo y mostrarse más solventes en defensa. Lo que es seguro es que presenciar un partido del Mallorca es una fiesta del culto al gol.